10: Los rusos
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La visita del Juno
Amanecía el 5 de abril de 1806. El soñoliento soldado de guardia en el Castillo de
San Joaquín de San Francisco dormitaba perezosamente en la caseta de guardia al pié de
la pobrísima fortificación. No había notado que desde las primeras horas de la mañana,
un bergantín se acercaba a la angosta garganta que forma la entrada del puerto. Sólo
cuando cambió la marea y el viento cayó por la popa, pudo el velero acercarse a la
costa. Fue entonces cuando vino a divisarlo el centinela. Se dio la voz de alarma y a los
pocos minutos formaban en el Real Presidio los soldados de cuera frente al alférez Luis
Argüello que comandaba la guarnición en ausencia de su padre, el comandante. Se
despertaron también los cinco artilleros disponibles y corrieron a servir las dos únicas
piezas en condiciones de disparar en el fuerte de San Joaquín.
_¿Qué barco?-gritó Argüello cuando el bergantín pasó sin hacer saludo alguno
frente a la batería.
_¡Ruso!-se le contestó desde abordo.
_¡Eche el ancla!
Pero los marinos ignoraron la orden o no la entendieron e ignorando los cañonazos de
advertencia, fueron a fondear en el interior de la bahía, lejos del alcance de los
cañones españoles. El alférez hizo montar a sus lanceros y a todo galope se dirigió al
posible desembarcadero ya que una lancha llena de gente se acercaba a la playa. El padre
Uría que desde la misión había oído los estampidos del cañón, se les unió en la
espera del bote.
En el bote venían el teniente Davidoff y el doctor Langsdorff. La conversación se
entabló en latín, lengua que conocían el médico y el misionero. Langsdorff le
comunicó que el buque era el Juno con bandera rusa y que había entrado
en San Francisco pues necesitaba provisiones con urgencia.
El pedido era fácil de llenar pues en San Francisco había víveres frescos y secos en
abundancia, carne y verduras, frutas y granos, excedentes que no se podían vender ni
intercambiar. Por otro lado, obraba en poder del comandante del presidio una real orden de
ayudar con el reabastecimiento a los buques de la expedición rusa de Krusenstern. Verdad
es que la expedición debió haber llegado en 1803, pero en esta lejana provincia
española los plazos podían retrasarse indefinidamente.
Era el Juno un barco norteamericano al mando del capitán Wolfe que
había llegado providencialmente a Sitka a salvar a la colonia rusa del desastre. Esa
noche, la señora Argüello recibió en su casa a los visitantes. El jefe de la
expedición era el Conde Nicolai Petrovich Rezanof. En animada sobremesa y valiéndose de
su latín y francés, ayudado por los dos padres de la misión, pudo Rezanof explicar a
sus anfitriones que su buque no era parte de la escuadrilla de Krusenstern. La visita del Neva
y Nadeshna con un embajador extraordinario abordo había sido cancelada.
Rezanof dijo que el estaba allí para recoger provisiones e intercambiar ideas con el
gobernador de California sobre algunos asuntos de interés común. Añadió también que
era él, el nuevo jefe, nombrado por el Zar, de todas las avanzadas rusas en Alaska y que
como tal, se le haba dado la misión de entrevistarse con el gobernador español del
territorio.
Un soldado fue despachado a Monterey con pliegos para el gobernador. Llevaba también
una carta de Rezanof en la que agradecía la cordial recepción que se le había otorgado.
El Conde Rezanof
En los días siguientes, Rezanof intercambió con los padres de la misión, sus pieles
por frutas secas, harina, charqui y otras provisiones que tanto escaseaban en Alaska. El
conde no lo había dicho pero la colonia rusa en Sitka estaba a punto de perecer de
hambre. El naufragio de uno de los buques con víveres y la demora inexplicable del otro,
habían puesto a dura prueba la disciplina y el bienestar de la colonia. Cuando escaseó
la harina para el pan, Rezanof tuvo que racionarlo a una libra al día por habitante. No
se podía pescar debido al mal tiempo. La carne de foca escaseaba y los 200 hombres de la
colonia comían ya águilas, gaviotas y moluscos. Mientras caía sobre ellos una nevasca o
lloviznas frías y constantes, en sus cuerpos hacían estragos el escorbuto, de tal
manera, que reinaba en Sitka el hambre, la miseria, la desesperación, la enfermedad y la
muerte. Rezanof escribía, "en Sitka sólo se vive con la esperanza de salir de
allí."(1)
Fue en esa triste situación cuando avistaron al Juno. Rezanof compró
al capitán Wolfe toda la carga por ocho mil dólares y fletó al bergantín para que lo
llevara a California en busca de los alimentos que podían salvar a su gente.
Cuando llegó a la costa se impresionó con el clima, los recursos naturales y la vida
apacible que podía ofrecer e inmediatamente se formuló un plan para ocupar algún puerto
abandonado al norte de San Francisco, límite de la ocupación española. Allí podría
sembrarse trigo, avena y cebada, criar ganado e incluso retirarse a descansar durante el
terrible invierno de Sitka. Esta idea pasó a ser el objeto principal de su visita al
llegar a San Francisco. Lo que no consideró en ese momento, fue que el lugar podía
ofrecer mejores posibilidades que Alaska para la recolección de pieles.(2)
El gobernador Arrillaga llegó a los pocos días. Departió amigablemente con el noble
ruso, asumiendo que sus instrucciones cubrían toda ayuda que se diera a esa nave, siempre
que se tratara de prestarle el socorro que necesitaba. El intercambio comercial estaba
prohibido. Rezanof trató de convencerlo que lo justo era pagar con dinero por los
víveres que recibía. De esta manera, los frailes podían adquirir las mercaderías que
llevaba el Juno. Había abordo aquellos productos manufacturados que
escaseaban en California: cuchillos, tijeras, telas, útiles de carpintería, papel...
Pero el gobernador se negaba:
_No, no y no. Eso sería lo mismo, y después de sesenta años de servicio, sin falta a
mi Rey, no podría engañar mi consciencia.(3)
Conchita Argüello
El conde no se daba por vencido ni había tampoco agotado sus recursos. Su
comportamiento galante y diplomático había impresionado a los californios y atraído en
forma especial a María de la Concepción Argüello, hija del comandante del presidio. La
chica contaba con sólo quince años pero al cabo de unos días quedaba prendada del noble
ruso. la romántica historia que siguió a este encuentro no parece haber tenido una
motivación muy sublime en Rezanof. Diría más tarde Langsdorff en sus memorias, "
El aristócrata ruso concibió la idea que a través de un matrimonio con la hija del
comandante, podía obtener un vínculo firme para a ganarse el negocio entre su compañía
ruso-americana y la provincia de Nueva California."(4)
Rezanof admitiría más tarde que todo el asunto fue una feliz coincidencia entre
intereses sentimentales y asuntos diplomáticos. A pesar de la oposición inicial de la
familia, la bella Conchita aceptó la proposición de matrimonio de Rezanof. Claro que la
boda no podía celebrarse porque era necesario obtener las dispensaciones necesarias del
rey y del papa ya que el matrimonio significaba para ambos, casarse fuera de la religión.
Este romance sentimental, narrado magistralmente por Gertrude Atherton en una de sus
novelas, tiende a ocultar el verdadero interés y significado de la visita de Rezanof.
Había llegado a California en busca de ayuda, pero ahora se convertía en conspirador y
espía. Su objetivo principal era apoderarse de una buena parte del territorio y
establecerse allí con su propia colonia en la costa meridional. La visita le era muy
provechosa y le aclaró muchas dudas. Pudo comprobar el miserable estado de la compañía
del presidio, la debilidad del fuerte, el abandono total en que se encontraba el
territorio al norte de San Francisco, la enorme distancia y las difíciles comunicaciones
con el centro del poder español en la ciudad de México. Todo esto le indicaba la
conveniencia y facilidad con que podía establecerse un puesto de avanzada ruso en
California. Por sobre todo, urgía hacerlo cuanto antes pues las cosas podían cambiar y
otras potencias o la misma España podían despertar de su letargo. En su informe al Zar
decía que "todo el país puede convertirse en parte integral del imperio ruso."(5)
El resultado final fue una decisión de establecer en la bahía de Bodega una colonia
rusa. Estaría situada en el límite mismo del control español pero lo suficientemente
cerca para intercambiar provisiones que se necesitarían en los primeros años de la
colonia.(6)
Rezanof intercambió los artículos del Juno con los misioneros a
través del habilitado del presidio quien tomaba las cuentas de los artículos entregados
por los rusos y establecía el crédito con que podían adquirir los productos necesarios.
El sistema benefició también a los soldados, como si fuera un intercambio de regalos. No
sólo la misión de San Francisco se benefició con el truque sino también la de Santa
Clara y la de San José, ambas con riquísimos recursos de ganado y cultivo. Pudo el ruso
cargar 300 arrobas de sebo, 200 fanegas de trigo, e iguales cantidades de frijoles,
cebada, garbanzos y otros granos. Cargó también carne seca y en pié, frutas secas,
hierbas medicinales, y otros productos. Con el buque atiborrado de provisiones y lleno de
optimismo, se hizo al mar con rumbo al norte el 20 de mayo de 1806 disparando y recibiendo
un cañonazo de saludo al pasar frente al fuerte.
Arrillaga informó favorablemente de la visita de los rusos y tanto frailes como
soldados esperaban que se repitiera con cierta regularidad en el futuro, pero no fue así
por diversas razones.
Muerte de Rezanof
En primer lugar está el desaparecimiento de Rezanof. El líder de la colonia rusa
había sido el principal promotor de la visita a San Francisco. Después de socorrer la
colonia de Sitka decidió ir personalmente a informar a la corte de su empresa. De lo
sucedido en el viaje hay varias versiones. Una describe la muerte de Rezanof al cruzar un
río helado en Siberia. El hielo se quebró y el conde pereció ahogado. Otra versión lo
pone muy enfermo y debilitado por una fiebre violenta fue a refugiarse en una choza en
Yakout. Recuperado a medias, cabalgó por siguió quince días hasta que el caballo lo
echó a tierra en Yakust. De allí se levantó para ir a morir en Krasnoyark en marzo de
1807.
Una segunda razón fue que el precio de las transacciones no había sido favorable para
los rusos. Los mismos productos que tenían demanda en San Francisco escaseaban igualmente
en Sitka y sólo la llegada providencial del Juno había permitido este
intercambio en términos tan favorables a los californios. Por otro lado, las dificultades
del idioma eran casi insuperables.
Una tercera razón fue la iniciación de actividades clandestinas bajo las mismas
narices del ejército español. Para este fin, los rusos hicieron uso de la nueva potencia
que emergía en el Pacífico, los mercantes anglo-americanos. El primero en llegar a
California fue el Peacock, comandante Oliver Kimball, que traía bajo
contrato a doce aleutianos con sus bidarkas para cazar nutrias. En marzo
de 1807 desembarcaba a esta gente a cargo de un ruso en Bodega y por tres meses los
cazadores incursionaron en la costa y hasta entraron a la bahía de San Francisco.En una
ocasión se les hicieron disparos de cañón que obligaron a los ocupantes a abandonar dos
de la bidarkas y huir por tierra. Arrillaga, enterado de estas visitas clandestinas, nada
podía hacer para detenerlos en el mar y desplegó grandes esfuerzos por impedir la caza
en el territorio a su mando. Los aleutianos escogían lugares remotos, las islas
Farellones, de Santa Barbara y Catalina e incluso algunos pasaron todo el invierno en la
costa escondidos en caletas deshabitadas.
Conchita Argüello esperó pacientemente el regreso de Rezanof. Años después supo
accidentalmente de su muerte. Fiel a su novio rechazó todo pretendiente. Guardó su pena
con dignidad y cuando se estableció el primer convento de monjas dominicas en Benecia,
fue Doña Concepción una de las primeras novicias. Falleció a los 67 años respetada y
querida por cuantos la conocieron. Su renombre de mujer caritativa y generosa la
sobrevivió por muchos años.
Baranof
Rezanof había dejado una serie de instrucciones a Baranof sobre los planes de
expansión hacia el sur. Debe considerarse que el nuevo jefe tenía también sus ideas al
respecto, tanto o más marcados que Rezanof. Ya en 1806 había informado al ministerio
ruso:" Hoy día subsiste una porción deshabitada que nos sería muy útil, e incluso
indispensable. Si permitimos que se nos escape, ¿que dirá de nosotros la
posteridad?"(7)
En 1807 se daban ordenes a Rezanof de poner en ejecución el plan de Rezanof incluyendo
colonias en Hawaii, la boca del Columbia y la costa de California. La primera expedición,
al mando de Iván Alexandrovich Kuskof iba embarcada en los buques anglo-americanos Juno
y O'Cain. Por alguna razón desconocida esta gente desembarcó al sur de
Alaska, cerca de la actual frontera canadiense. Allí se enfrentó con los indios que
mataron a nueve personas. La batalla fue tan reñida que Kuskof tuvo que regresar a Novo
Arkhangelsk, su nueva base de operaciones, a recuperarse.
La expedición siguiente fracasó también. Kuskof había desplegado gran actividad
creadora, preparando los buques, las provisiones, herramientas y víveres para una nueva
colonia. No fue ésta tarea fácil en la miserable Sitka ni en el no menos pobre Novo
Arkhangelisk. En Octubre de 1808 se daban a la vela los dos buques. El Nikolai
encalló en la costa del norte y su tripulación y elementos fueron capturados por los
indios bárbaros. Kuskof iba a abordo del Kadiak. Explorando
cuidadosamente la costa llegó hasta Bodega. Ancló su buque y se mantuvo en el puerto por
nueve meses explorando el interior y estableciendo relaciones con los indígenas. Mientras
tanto, sus bidarkas surcaban los senos interiores cazando nutrias y sus curtidores curaron
hasta 2000 pieles de nutria. Su única pérdida fueron seis desertores o naúfragos--no
fue posible establecer exactamente que había sucedido-- que se entregaron a las
autoridades del presido en San Francisco. Argüello, sin poder comprender lo que decían,
los encerró en el calabozo y a la primera oportunidad los remitió a Monterey.
La captura de estos hombres, ya sea por accidente o por intención, vino a solucionar
un gran enigma para el comandante del presidio. Los soldados habían observado a los
cazadores aleutianos dentro de la bahía sin poder adivinar como habían entrado. Resultó
que habían viajado por tierra cruzando la península de Marín y trayendo sus livianas
bidarkas al hombro.
Notificado Arrillaga, nada pudo hacer pues no tenía ni una miserable embarcación con
que ahuyentar las bidarkas de la bahía. Al parecer, se le dio a entender que había un
buque ruso anclado en Bodega pero como uno de los principales problemas de la California
española fue la falta de embarcaciones, tuvo que contentarse pensando que se iría cuando
terminara su misión en la costa.
Los nueve meses de estadía dieron a Kuskof la oportunidad de estudiar, explorar,
establecer relaciones con los indios y formular planes específicos y concretos. Podía
mostrar el resultado económico de la estadía, dos mil pieles de nutria de primera
calidad. La bahía de Bodega era excelente y estaba rodeada de un terreno tan fértil y
abundante que no había tenido que recurrir a los californios para las provisiones
frescas. Las tierras le parecieron aptas para el cultivo de cereales y en las praderas
podría alimentarse y reproducirse el ganado con facilidad. La pesca era abundante y
había loberías y millones de pájaros en las Farellones. Las nutrias parecían
inagotables y la región entera estaba habitada sólo por indios. Kuskof no lo dice en su
informe, pero en toda la enorme extensión de la costa desde San Francisco a Sitka, no
habitaba un sólo hombre europeo.
El informe elevado al zar sugería que se solicitara permiso a la corte española para
establecer la colonia rusa la más al sur posible en la costa de la "Nueva
Albión". Los cartógrafos rusos tomaban ya como el límite sur de su territorio la
boca del Columbia. Pero el gobierno de San Petesburgo no consideró necesario pedir
permiso o notificar la corte de Madrid. Se nombró a Baranof gobernador del territorio
ruso en América y se le instruyó para que estableciera el comercio con California a la
medida de sus medios. En cuanto a la colonia, tenía libertad para establecerla donde
quisiese confiando en que la más alta protección le sería otorgada cuando fuese
requerida.(8)
Se le incluía además una proclama para los habitantes de California que llamaba al
comercio mutuo entre las dos naciones. Esta proclama se conoció en California en 1812
pero fue totalmente ignorada salvo por el comandante Ruiz en Loreto que contestaba por
escrito que se negaba a abrir el comercio mientras no se recibiera una orden de la
autoridad en Madrid. No se sabe si los rusos recibieron alguna vez respuesta a su
proclama, pero trataron de usarla más tarde como excusa o explicación de su
establecimiento.
La colonia rusa
En febrero de 1811 enviaba otra vez Baranof a Kuskof a Bodega con el bergantín Chirikof.
Pero ese año las nutrias escaseaban en Bodega y hubo que enviar más y más bidarkas a
San Francisco. Alcanzaron a juntarse 1200 pieles antes que Argüello pusiera guardias
armados en las vertientes de agua dulce con lo que se terminó la caza ilegal de la
nutria, por lo menos dentro de la bahía.(9)
En Bodega, Kuskof extendió la exploración de la zona. Llamó Ruminatof a la bahía de
Bodega y dice haberse remontado en un bote cincuenta millas por un río que llamó
Slavianka, pero que fue reconocido más tarde y hasta hoy, como Río Ruso. No encontró
mejor ubicación que el lugar ya escogido en su viaje anterior, 18 kilómetros al norte de
la desembocadura del río y unos 30 al norte de Bodega. Dice haber negociado con los
indios que aceptaron tres frazadas o mantas, tres pares de calzones, dos hachas, tres
azadones y unas cuentas de vidrio, como precio para establecer una colonia. Arreglado este
detalle, provisto de pieles curtidas, carne de foca que carneó en las Farellones y
algunos comestibles obtenidos de los indios, Kuskof volvió a Sitka después de una
segunda exitosa temporada en California. No había fundado una colonia debido a la
pérdida de los elementos que traía el Nikolai.
Baranof no estaba satisfecho pues quería establecer un puesto permanente en California
a la brevedad posible. Despachó a Kuskof otra vez con el Chirikof con
todos los elementos necesario para fundar una colonia definitiva. Viajaban con el 95
rusos, incluyendo 25 artesanos o mecánicos y 80 aleutianos con 40 bidarkas. La llegada de
esta expedición y su desembarco en Bodega no tiene fecha exacta. Sólo se sabe que en
abril de 1812 estaban ya los aleutianos cazando nutrias con instrucciones precisas de no
entrar a la bahía de San Francisco. Debemos presumir que esta nueva modalidad tenía por
objeto no dar a conocer los nuevos arreglos en Bodega.
Los artesanos traídos de Siberia eran expertos en el corte, preparación y curación
de maderas. Cuando terminaba la temporada de la caza de nutrias, estaban ya los materiales
listos. Se recogieron las bidarkas y todos los habitantes se unieron a trabajar en la
construcción de una aldea fortificada 15 millas al norte de Bodega. El lugar era conocido
por los indios como Ma-shui-nui pero los rusos lo nombraron Rossiya, antiquísimo nombre
de Rusia. Hoy se conoce como Fort Ross. Rossiya consistía en una empalizada de fuerte
maderos enterrados en la tierra y protegida por diez cañones. Se levanta hoy día
totalmente reconstruido sobre una posición estratégica de primera categoría. Frente al
mar, descansa sobre el borde un acantilado de 50 metros sobre el Pacífico. Altos cerros
cierran la retaguardia y dos quebradas, una al norte y la otra al sur protegen sus dos
flancos. En el centro de la planicie se levanta el reducto cuadrado de 100 metros por lado
y cuyos angulos apuntan a los cuatro puntos cardinales. La defensa exterior se
diferenciaba mucho de los presidios españoles. Era un muro de madera sólido, con una
altura de tres metros, coronada con una viga de madera y con puntas de metal. En las
esquinas norte y sur, dos reductos hexagonales, de techos agudos y con troneras para sus
cañones. Todo estaba construido del palo colorado o "redwood". Esta posición,
la mejor defensa de California, unida a los obstáculos naturales, la hacían una
posición con visos militares antes que una colonia dedicada a la caza de nutrias o al
depósito de víveres.(10)
No fue nunca necesario demostrar su poder defensivo contra españoles o indios.
Dentro de la empalizada se levantan nueve edificios. La casa del comandante es dos
pisos y tenía ventana de vidrios. Atherton la consideró cómodamente amoblada y amplia.
La capilla, bodegas y dormitorios completan el conjunto. Fuera de la empalizada llegaron a
levantarse hasta 50 edificios, entre ellos carpintería, herrería, curtiembre,
barrilería y hasta un establo para 200 vacas. Los indios se establecieron también con
sus chozas de barros y ramas en las cercanías. En el desembarcadero, a los pies del
acantilado se levantó un pequeño muelle y una casona para guardar las bidarkas y otras
embarcaciones menores.
La población alcanzó a llegar a las 400 almas y siempre escasearon las mujeres de
origen europeo por lo que sus habitantes, especialmente los aleutianos, cohabitaron con
las indias. Uno de los oficiales estaba autorizado para actuar como capellán para
bautizar, casar y dirigir el servicio funerario. Los rusos eran los jefes, los
administradores y los artesanos. Los aleutianos eran los cazadores, pescaderos y braceros.
Los indios que se acercaban eran los sirvientes. Muy pronto se convertirían todos en
agricultores, comerciantes y soldados.
Se estableció un puesto en los farellones y sus loberías proveían de carne, sebo y
grasa a la colonia. Los huevos de pájaros marinos abundaban también. Con el tiempo las
legumbres frescas que proveían las huertas ayudaron a equilibrar la dieta. El cultivo de
cereales no dio los resultados esperados pero se daba suficiente trigo que se molía en un
molino de viento, el único de la costa. Pero el rinde del suelo fue tan bajo que
resultaba más fácil intercambiar otros productos por el trigo de los californios cuando
este intercambio fue permitido.
Es de notar que a pesar de los pésimos antecedentes de la población rusa en
Rossiya--se contaban a varios criminales entre sus colonos--no se registran en la historia
del establecimiento casos de indisciplina o violencia. Regía la colonia el jefe con
disciplina tipo militar y pudo mantener la paz y el orden. Es lógico además que ante la
espectral situación en Sitka, los pobladores preferirían comportarse antes que arriesgar
que se les retornara al frío y la soledad de Alaska.
La reacción española
En San Francisco, el comandante de los lanceros del rey no ignoraba, por supuesto, la
existencia de algún tipo de avanzada rusa en un territorio sobre el cual creía ejercer
su autoridad y la soberanía de España. Poco o nada podía hacer para detenerlo. A
mediados de julio de 1812 las bidarkas reaparecieron en San Francisco. Argüello,
probablemente informado por los indios de que los rusos habían construido algo
permanente, envió al teniente Gabriel Moraga al mando de siete lanceros a investigar.
Moraga, ya se ha visto, era un avezado explorador y soldado en las campañas
indígenas. Su viaje exploratorio no recogió datos concretos o fue engañado por los
rusos. Informó a Argüello que había un goleta en mal estado varada en la playa de
Bodega. Un poco más al norte, los rusos habían levantado una empalizada para protegerse
de posibles ataques de los indios. El jefe, "Coscoff" para Moraga, (Kuskof),
deseaba que se le permitiera comprar granos, carne y sebo. Lo que más impresionó a
Moraga fue el estado famélico de los rusos.
Argüello se dio cuenta inmediatamente de la gravedad que implicaba la empalizada y
envió a Moraga a rendir un informe personal ante Arrillaga en Monterey. Moraga insistió
ante el gobernador de la necesidad de obtener víveres como le había indicado Kuskof.
En diciembre de 1812, la patrulla del presidio recogió a tres rusos que habían
desertado de Rossiya. Argüello por medio de señas, pudo saber que la goleta estaba
todavía varada y que Kuskof seguía trabajando en la empalizada pero no pudo obtener
otras razones para la construcción en tierra. Hay que aclarar que a través de todas las
relaciones entre rusos y españoles, el idioma fue siempre un gran obstáculo. La
interrogación, por señas y pantominas se limita a preguntas negativas o positivas. Lo
lógico era pensar que las cosas continuaban como Moraga las había visto. Pero Argüello
decidió enviar a Moraga otra vez.
Moraga y su patrulla estuvieron en Rossiya varios días. Se les mostró la
construcción, la proclama en tres idiomas que se había emitido llamando al comercio
entre las dos naciones y se le entregó una carta en la que Kuskof solicitaba urgente
ayuda para su gente. Vuelto a San Francisco, siguió, por orden de Argüello a Monterey.
Allí, Arrillaga escribió al virrey dándole cuenta de la llegada de los rusos y decidió
que los rusos podían obtener algunas provisiones de boca. El apremiante estado físico de
los desertores como los describía Moraga, hacía del intercambio una cuestión
humanitaria.
Moraga llevó un arreo de treinta cabezas de ganado, tres caballos y algún ganado
menor. Informó a Kuskof que podía enviar un bote a San Francisco a recoger harina y
granos. Así se hizo y el bote o botes, trajeron pieles que se intercambiaron por 14 mil
pesos en trigo y harina. Es muy probable que las mismas bidarkas utilizadas para la caza
se usaron para transportar mercaderías. Los españoles hablan de "cayucos"
rusos.
El virrey, ya en medio de la turbulenta agitación que producía la rebelión
insurgente, había recibido noticias por medio de esos indiscretos neutrales de Boston,
que los rusos se habían establecido en Bodega. La comunicación de Arrillaga vino a
confirmar lo que ya había oído. Ordenó al gobernador que mantuviera a los rusos bajo
vigilancia y le envió una copia del tratado ruso-hispano de 1812. Le pedía que se lo
mostrara a Kuskof, exigiéndole que desalojara cuanto antes la posición antes de tener
que notificar a su gobierno. Al mismo tiempo, notificaba a las fuerzas de las Provincias
Internas que debían estar prontas a prestar ayuda en caso de emergencia, es decir, en
caso que hubiera que desalojar a los visitantes por la fuerza.
En abril de 1814 tuvo otra vez Moraga que viajar al fuerte ruso, un camino que ya se le
estaba haciendo muy conocido. Esta vez lo acompañaba Gervasio Argüello. Kuskof lo
recibió amablemente y escuchó sus explicaciones de las cartas que llevaba. Es posible
que ninguno de los dos haya entendido nada de lo que trataban de decirse, pero el trato
fue cordial y Moraga quedó con la impresión que Kuskof contestaría pronto. Pero Kuskof
que quería consultar con Baranof, no contestó hasta mediados de Junio diciendo no
entender el español, ofreciendo una carpa de regalo y pidiendo que se le entregaran los
desertores que había en Monterey. La carta fue traída por un bote cargado de mercancías
que se comercializaron rápidamente.
El puesto de las islas Farellones carneaba entre 1200 y 1500 focas al año. Se salaba
la carne para llevarla al fuerte o a Alaska o para intercambiarla con los neutrales. Los
huevos de gaviota se embarcaban por miles. Las focas proveían de cuero para forrar
bidarkas, en sus vejigas se almacena agua, grasa o sebo que se usaba para cocinar y para
alumbrarse quemándolo como aceite. En el fuerte, los artesanos se mantenían ocupados en
la fabricación de barriles, aceite de pino, tejuelas y hasta embarcaciones menores que se
vendían en San Francisco, Hawaii, Sitka y otros lugares. Se ha dicho que se llegó a
comerciar con Chile.(11)
El astillero hacía uso de las excelentes maderas de la región y pudo construir tres
goletas de respetables proporciones, además de varias lanchas y faluchos que fueron a
parar directa o indirectamente a manos de sus vecinos españoles. El intercambio con la
colonia española en San Francisco continuó casi ininterrumpidamente hasta que el fuerte
ruso desapareció.
En 1815 fallecía Arrillaga y asumió el mando el más antiguo de los capitanes, Don
Luis Argüello en calidad de interino. Uno de los primeros actos de Argüello fue escribir
una carta a Kuskof exigiéndole que abandonara la colonia y amenazándolo con represalias
que pediría a la corte de Madrid. Kuskof respondió con su evasiva de costumbre:
necesitaba instrucciones de Baranof.
La llegada del nuevo gobernador, Don Pablo Vicente de Solá, iba a poner otra vez a
prueba la ya proverbial paciencia de los rusos. Solá comenzó por enviar sus pliegos
pidiéndoles que abandonaran el lugar. Esta misiva no dio resultado alguno, pero su envío
coincidió con la captura de los aleutianos que cazaban nutrias desde el mercante
anglo-americano Ilmen, fletado por Baranof. Los cazadores fueron
capturados en San Pedro y llevados al calabozo en Los Angeles por el comisionado Cota.
Días más tarde caía el jefe ruso de la expedición , Tarakanof y un inglés, Eliot de
Castro. Kuskof protestó pero nada pudo hacer pues Solá no entregó sus prisioneros.
Tampoco nada podía hacerse para solucionar el problema de la ocupación de territorio
español. Solá no tenía las tropas ni los buques necesarios para desalojar a los rusos
por la fuerza. No se habían recibido refuerzos de México desde 1810. Los buques de San
Blas no habían llegado por años. La tropa estaba impaga. Mal podía culparse a Solá de
inacción.
Visita del Rurik
En Octubre de 1816 fondeaba en San Francisco el bergantín Rurik de
bandera rusa al mando del teniente de navío Otto von Kotzevue. Se trataba de una
expedición científica financiada por un noble ruso con el objeto de mostrar la bandera
de su país y adquirir conocimientos. Viajaban abordo Adalbert von Chamisso y Luis Choris
que han dejado excelentes relatos e ilustraciones de la navegación. La visita había sido
anunciada con bastante anticipación por una real orden en la que se ordenaba que se
" le faciliten los auxilios necesarios, y pudiese recurrir en atención."(12)
El buque se reaprovisonó en San Francisco y se mantuvo en la bahía por un mes. Como
abordo del Rurik había oficiales que hablaban varias lenguas, decidió
Solá hacer llamar a Kuskof desde el fuerte para que enfrente de oficiales navales de su
nación explicara su proceder.
La entrevista tuvo lugar en el presidio de San Francisco estando presente por los
rusos, Koetzebue, von Chamisso y Kuskof; y por los españoles Solá, Argüello y
Estudillo. Solá presentó sus quejas por escrito. Kuskof, que en el acta oficial aparece
como Coscoff, contestó:
Que es cierto permanece en el cinco años, y que para desocuparlo lo hará cunado le
ordene Baranoff que allí lo puso; y habiendo dicho el gobernador en este acto, y aún
días antes de la llegada de Coscoff, que si podía mandar la separación de él,
respondió que no se hallaba con facultades suficientes para ello, pero que el mismo
escribiría un pliego para su emperador haciéndole saber los procedimientos de Baranoff y
de Coscoff, mandándole copia a la letra de todo lo conferenciado, firmada todos los que
asistieron a este acto."(13)
Privadamente, Koetzebue confirmó que encontraba justa la petición española, pero
todo lo que podía hacer era presentarla al zar como se estipulaba en el acta. Fue el
mejor esfuerzo de Solá.
Para entonces el fuerte Ruso estaba en su apogeo. Gervasio Argüello que llevó la
notificación a Kuskof, rindió un informe a su regreso en el que decía:
Primeramente se compone este establecimiento de una muralla de 130 varas en cuadro de
madera del grueso de una cuarta escasa y como 6 varas de alto, y al remate de la muralla,
por la parte de arriba tiene una estacada de madera con seis puntas pueden impedir el
saltarla; tiene este establecimiento dos baluartes al modo de garita ochavada y en cada
ochavo tiene dos troneras, una a la vara y media de alto y otra como a las seis varas.
Dichas troneras tienen como media vara de largo y como una tercia de ancho. Lo que
contienen en el interior dichos baluartes no pude reconocer; porque los mantienen
cerrados, y lo mismo las troneras. Aquellos están colocados en dos esquinas de la muralla
unidos con ella, que da de sur a norte, y según lo que representa lo esterior, estos dos
pueden defender todo el cuadro. Hay dentro de esta muralla siete casas regulares todas de
madera.(14)
El informe de Argüello contiene también información sobre el número de rusos que
trabajan y de la quilla de un bergantín de 25 varas de largo que observó en
construcción. Por su parte el ruso Veniaminov describía el fuerte así:
El Fuerte Ross no es muy grande pero es un establecimiento o aldea bien construida que
consiste de 24 casas y varios alberges para los aleuts, rodeado por todos lados de
barbechos y bosques; en el centro hay una pequeña plaza con cerco de madera, con dos
bastiones y varios cañones y que contienen la capilla, la casa del jefe, la oficina, una
bodega, cuarteles y varios alberges para personas pías,(ayunantes en Cuaresma). Hay aquí
154 varones, 106 hembras, un total de 260 almas, incluyendo 120 rusos, 51 criollos, 50
aleuts de Kodiak y 39 indios conversos.(15)
Solá no tuvo más remedio que retirarse a Monterey, entregar los desertores a Koztebue
y esperar pacientemente que llegara la respuesta de la corte del zar. Ni Baranoff, ni el
zar contestaron nunca. El virrey La Calleja exigía a Solá que expulsara a los rusos por
la fuerza. El gobernador acusaba recibo de la orden pero indicaba que no podía cumplirla
pues necesitaría cien infantes, cuatro piezas de artillería con sus respectivos
artilleros y los víveres necesarios para la campaña pues no los había en los presidios
de su mando.
Decaimiento y abandono
Al separarse México de España la situación empeoró todavía más. Gracias a los
ataques de los corsarios y la revolución insurgente, los presidios no recibían ya
dinero, municiones, armas, refuerzos ni provisiones. El comercio con los rusos se hizo,
por lo tanto, más y más necesario, a medida que la capacidad militar de los presidios
disminuía.
Pero paralelamente, la disminución de las nutrias, de las focas y hasta de las aves
marinas iban señalando también el decaimiento del fuerte Ruso. Los rusos habían
ofrecido su apoyo a los insurgentes mexicanos creyendo que todavía se mantenía la Guerra
de la Independencia. Esta proposición fue rechazada por José Altamira entonces
comandante del presidio. Pero ante la imposibilidad de detener o expulsar a los rusos, los
mexicanos entraron en negociaciones con ellos y se permitió a los buques rusos entrar a
la bahía y cazar en las costas y las islas, a cambio del 50% del producto. Esta comisión
fue fácilmente burlada por los cazadores y la corrupción del sistema permitió todavía
más pérdidas. Con todo, se logró recolectar una gran cantidad de pieles en San
Francisco, gracias al trabajo de los rusos y aleutianos.
El gobernador mexicano Manuel Victoria se excedió en toda medida y ofrecía a los
rusos una gran comarca al norte de Ross siempre que permitieran ampliar el comercio. Se
llegó a sugerir al comandante ruso que todo el territorio al norte de Rossiya podía
cederse si el gobierno del zar reconocía la Independencia de México. Esta proposición
la llevó a México el Barón Petrovich Wrangle cuando regresaba de Alaska, pero su
propuesta fue rechazada por el gobierno de México.(16)
La débil posición militar española en California era la causa de este enclave ruso
en la costa americana. El gobierno mexicano, más débil todavía, menos podía hacer.
Ridículo sería pensar entonces que la actitud firme del gobernador José Mariano Vallejo
pudiera ser la causa del abandono de Rossiya, pero así lo afirman varios textos de
historia. En 1841 los rusos ofrecían sus propiedades en venta a sus vecinos de habla
española. Este cambio de actitud se debía estrictamente a razones económicas. La
población de nutrias había disminuido casi hasta la extinción. Los pobres animales no
podían mantener sus números ante la matanza descontrolada de los rusos. La nutria se
extinguió para siempre de la bahía de San Francisco.
Descendió también la demanda por las pieles. El resto de la producción bajó
también y su déficit se fue acumulando año tras año. El astillero no pudo mantenerse,
los madereros originales habían sido reemplazados por otros que no tenían los mismos
conocimientos para curar y seleccionar la madera. El surgidero era demasiado abierto para
convertirse en un puerto de gran magnitud. El área cultivable, era limitada y el clima
costero no se prestaba para las hortalizas ni las frutas. En 1842, el suizo Sutter,
propietario de un fuerte muy similar cerca del actual Sacramento, ofreció treinta mil
dólares por la propiedad, propuesta que fue aceptada terminando así la compañía
ruso-americana sus actividades en California y evacuando por fin la colonia.(17)
Es interesante observar que para los mexicanos, Vallejo tiene la gloria de haber
expulsado a los rusos. Para los americanos, fue la declaración de la doctrine Monroe la
causa principal del desalojo del fuerte. "El desafío del fuerte Ruso con sus
cañones, su alta empalizada, sus plantaciones y sus rebaños de ganado--toda evidencia
tangible de un plan permanente de colonización--fue anulada por Monroe con su
mensaje"(18)
Así reza un libro histórico sobre California. Pero no fue ni lo uno, ni lo otro:
sólo las pérdidas financieras causaron el abandono del intrépido esfuerzo de
colonización rusa en California. El real ejército no había podido hacer esfuerzo alguno
por desalojarlos.
NOTAS
NOTA BENE: Las fuentes bibliográficas para el estudio de las
actividades rusas en las costas de América son abundantes. Veáse por ejemplo, Essig,
E.O. "Bibliography Relating to the Russians in California",California
Historical Society Quarterly, 12, 1933: 210-216. Las fuentes rusas se han
mostrado en Shur, Leonid y Gibson, James R. "Russian Travel Notes and Journals as
Sources for the History of California", California Historical Quarterly,
Vol.LII, Primavera de 1973, número 1, pp.37-63. La historia de Fort Ross se ha limitado
aquí a lo esencial para explicar sus relaciones con el Real Ejército en California.
1. Citado por Bancroft, California, II. p. 66
2. Para un buen estudio de la caza y el comercio de las pieles de
nutria, veáse Ogden, Adele, The California Sea Otter Trade, Berkeley y
Los Angeles, 1941.
3. Citado por Bancroft, op.cit. Vol. ii p. 71
4. Langsdorff, citado por Allan Temko, "Russians in
California", AH, 11, número 3, 1960, p. 9
5. Cook, Floodtide, p. 499
6. La versión rusa de estos hechos puede verse en Blok, T,
"The Russian Colonies in California--A Russian Verssion", California
Historical Society Quarterly. 12, 1933: 189-190.
7. Baranvov al ministro de comercio, junio 17, 1806, citado por
Poniatowski, Historie, p. 144 y Cook, Floodtide, p. 498
8. Bancroft, California II. p. 84
9. Al parecer no eran tantas las vertientes naturales en el actual
Marín. Bastó con custodiar las de Sausalito que eran las más abundantes y que
mantenían su caudal todos los meses de verano. Alcatraz no tiene agua dulce y la isla del
Angel sólo en el invierno.
10. Faxon Atherton que visitó Ross años más tarde, lo llamó
"presidio ruso" y pondera sus excelentes defensas. Veáse Diary of Faxon
Atherton, p. 102. Veáse también, Essig, O.E. "The Russian Settlement at
Ross",California Historical Society Quarterly, 12, 1933:191-209.
11. Bancroft, California II, p. 635
12. Copia del "pasaporte" del Rurik
firmada por el duque de Montellano, embajador del rey de España en Londres. Citado en
Mahr,The Visit of the Rurik, p. 111
13. "Conferencia celebrada en el presidio de San Francisco
entre el Gob. Sola el comandante del bergantín ruso "Rurik" Sr. Kotzebue y
Coscoff, gefe del establecimiento ruso arriba de Bodega.", "Provincial
State Papers", Vol. XX, pp. 29 y sigts. Cit. también en Mahr, op. cit. p. 116.
14. "Gervasio Arguello al Gobernador Sola. Informe sobre el
establecimiento ruso que está arriba de Bodega"., Bancroft Library, "Provincial
State Papers". Vol. XX, pp. 26 y sgs.
15. Innokenti, "Putevoi Zhurnal" (Diario de Viaje), MS en
Bancroft Library, Número 220. Citado por Shur y Gibson,"Russian Travel Notes".
16. Truls Fagrell, "Wooden Fort Ross Marks Russia-Mexico
Face-Off for California", The News, Mexico, Julio 16, 1990,
p. 24.
17. Veáse el interesantísimo artículo de Dufor, Clarence John,
"The Russian Withdrawl from California" en, California Historical
Society QuarterlyI, XI 1933, 210-216 (número dedicado a los rusos en
California), que contiene 26 páginas de documentos.
18. Hoover, Historic Spots, p. 52
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