4: Felipe de Neve y Su Gobierno
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Personalidad del nuevo gobernador
El 3 de Febrero de 1777 llegaba a Monterey Don Felipe de Neve, gobernador de las
Californias. Durante un mes conferenció con Rivera a quien impartió instrucciones
detalladas sobre su proceder en Baja California y de quien obtuvo, sin duda, valiosa
información sobre su nuevo cargo. Exactamente a un mes de su llegada, despachaba a Rivera
con seis soldados de cuera que le servirían de escolta hasta San Diego.
Era Don Felipe de Neve un distinguido militar natural de Bailén distrito de Jaén. El
ejército había sido su única profesión. Había ingresado como cadete en el Regimiento
de Cantabria y a los dos años había sido traspasado a la primera compañía de la
Guardia de Corps en Madrid. Después de 18 años de servicios, sirviendo en los
regimientos de Milán, Flandes y del Rey alcanzando el grado de sargento mayor. Vino a
América con el visitador Gálvez y se le asignó al entrenamiento de milicias. Tuvo a su
cargo la formación del Regimiento de Querétaro. A pesar de que fueron sus dotes
administrativas las que le hicieron merecedor de la gobernación, se había distinguido en
campañas militares en Portugal. (1)
En 1767 se le ordenó hacerse cargo de las propiedades jesuitas en Zacatecas y durante
siete años administró los colegios con tal celo y eficiencia que aumentó las
recaudaciones en un promedio de 216 reales al año. Como comisionado real se reveló como
un administrador fuera de lo común. Neve se limitó a cumplir sus instrucciones con
exactitud y como fiel sirviente del rey desplegó un celo administrativo que lo mostró
riguroso frente a sus subordinados. En octubre de 1774 se le ascendía a teniente coronel
de caballería. El informe final que presentó al Virrey Bucarelli es impresionante por su
claridad y exactitud y bien puede haber sido la razón fundamental por la que Bucarelli lo
asignó a un tarea difícil y de gran responsabilidad: Gobernador de las Californias.
Neve en Baja California
En Loreto Neve asumió el cargo que dejaba Don Felipe Barri, sargento mayor del
ejército regular que no había logrado mantener buenas relaciones con los padres
domínicos, orden que había reemplazado a los jesuitas en Baja California.
Loreto era un lugar inhóspito, pobre, falto de agua para regar y de forraje para
alimentar el ganado. Aunque tenía autoridad nominal sobre la Alta California, Neve tuvo
que dedicarse casi por entero a los asuntos de su jurisdicción inmediata. Para empezar,
buscar solución a los problemas financieros que se veían exacerbados por la pobre
condición de las misiones. Hay que considerar que éstas, establecimientos ya pobres
debido al terreno árido en que se hallaban, habían sido prácticamente saqueadas para
proveer las nuevas misiones y presidios en Alta California. Ni aún bajo la eficiente
administración de los jesuitas la península había podido auto abastecerse. Neve había
recibido instrucciones de solucionar el problema de la alimentación en las misiones. Al
respecto informaba al virrey que las plantaciones de maíz no producían lo suficiente
para alimentar a los indios. A esto se sumaba la falta de brazos, la falta de inteligencia
de los dominicos en su administración que debía haber demostrado algunos progresos en
dos años de experiencia y añadía: "Lo poco que se produce se vende". (2)
Neve concibió la idea de eliminar las misiones más pobres consolidándolas con otras
y mudando a los indios a regiones más favorables. Trató de obtener la colaboración del
superior dominico Padre Vicente Mora. Pero el gobernador encontró iguales dificultades
que su antecesor en sus relaciones con los dominicos que sencillamente se negaban a
colaborar. Con el traslado de Neve a Monterey, tuvo Rivera que encargarse del problema.
Neve tuvo también que enfrentar algunos problemas con los indios bárbaros que se
resistían a someterse a los misioneros. Con este caudal de experiencia, llegaba a
Monterey un oficial de grandes aptitudes, con gran experiencia administrativa, pero, como
apunta su biógrafo, con su salud quebrantada. No se sabe de que dolencia padecía, pero
muchos de sus hechos muestran que estaba seriamente afectado en su salud: su actitud hacia
Serra y hacia Juan Bautista de Anza, por ejemplo. Dice que su cabeza estaba débil lo que
le impedía el mínimo de trabajo físico. Beilharz agrega: "Esto (la enfermedad)
explica mucho de lo que es inexplicable en su conducta. Si la enfermedad excusa sus
fallas, es sin embargo, la misma razón que hace más meritorios sus éxitos.(3)
Neve en Monterey
El gobernado comenzó por inspeccionar la tropa, lo que ya había hecho en San Diego y
luego de conferenciar con Serra, envió su primer informe en que encontraba en condiciones
satisfactorias el nuevo presidio y las cuatro nuevas misiones. Informaba también de la
pobre condición que había encontrado a la tropa en el presidio de San Diego.(4)
"(Los uniformes) no siguen uniformidad, usan una chupa corta, blusa o chaleco de
distintos colores. Son pocos los que tienen capa y el resto hasta las mangas faltan y
algunas tan andrajosas que se ven indecentes."
Casi simultáneamente con el nombramiento de Neve se produjo un cambio en la
administración colonial. Esta fue la creación de las Provincias Internas de Occidente
cuyo mandó asumió Teodoro de Croix. Este comandante general fue investido con poderes
similares al virrey pues era responsable directamente al rey. Bajo esta nueva
organización California pasó a depender de Croix pero su abastecimiento continuó siendo
la responsabilidad del virrey en México.(5)
Los indios
El estado y condición en que Neve encontró a los indios a su llegada a California
era, sin duda, singular ya que era diferente del resto de las colonias americanas y
diferente del resto de la frontera norte. En primer lugar no se trataba de un grupo
homogéneo sino de un grupo de tribus que gracias a una aislación geográfica y cultural
se mantenían en un estado de civilización similar a la Edad de Piedra. Debe descartarse
la teoría de que se trataba de una raza biológica, moral o intelectualmente inferior. Su
atraso no se debía a limitaciones hereditarias impuestas por la biología ni a sus
capacidades raciales. El océano, las montañas y el desierto habían protegido a los
indios no sólo de la conquista sino del estímulo de otras civilizaciones. Hasta cierto
punto, la aislación era hasta local, pues había tribus que no tenían contacto ninguno
con sus vecinos. Este atraso que tanto impresionó a misioneros y soldados, tenía sin
embargo su lado positivo. Los indios se habían adaptado a las condiciones de vida y el
territorio proveía a través de la pesca, la caza y la recolección de frutos y semillas,
a un mayor número de indios por kilómetro cuadrado que en cualquiera otra región del
continente norteamericano. Había logrado también una meta que se escapaba a los europeos
y asiáticos, convivían sin destruirse los unos a los otros. Esto no quiere decir que
vivían en perfecta paz y armonía pues las riñas eran frecuentes pero según opinión de
Fages y Constansó, no derramaban sangre. Estaban armados de arcos y flechas, jabalinas y
una especie de macana que arrojaban con gran habilidad. Estas armas se utilizaban
primordialmente para la caza.
Otro aspecto singular de California lo constituye la variedad linguística. En las
rancherías que albergaban desde 100 a 500 indios, se hablaban lenguas distintas que
pertenecían a 21 familias linguísticas diferentes. Estas, a su vez, se subdividían en
dialectos locales. Estas características hacían de California la región de mayor
diversidad lingüística en el mundo. Ha sido posible determinar más de cien
"tribus" pero estos grupos no constituían una "nación" como en el
resto de Norte América. Cada grupo era politicamente independiente. Con la excepción de
los yumas y sus vecinos los mojaves, no existía ningún concepto de agrupación o entidad
política.(6) La falta de cohesión, de una autoridad, de
un ente político, iba a impedir toda resistencia organizada al invasor.
La llegada de los misioneros y la tropa a San Diego en 1768 tenía naturalmente que
provocar cierta animosidad. Lo curioso es que en California no se encontraban tribus
belicosas que incursionaran o saquearan las aldeas, o rancherías de sus vecinos. Eran
frecuentes los encuentros casuales, simples disputas en las que se intercambiaban golpes e
injurias y se sabe de algunos ataques en que se incendiaban las chozas de otras
rancherías. Pero esta actitud pacífica, la aislación de las rancherías y la enorme
desproporción de los recursos y armamentos, iba a definir el resultado de cualquier
conflicto entre los europeos y los indios. Aunque se trataba de una minoría ínfima, el
real ejército con sus armas, recursos y organización iba a absorber al más débil, el
indio. No habría necesidad de combatirlo, como había sucedido con el azteca o con las
tropas del Inca, o intentar conquistarlo como al araucano. La tarea del real ejército en
California iba a ser más administrativa que militar.
El ejército a la llegada de Neve
El establecimiento militar o la fuerza armada cuyo mando asumió Neve en Febrero de
1777 distaba mucho de las disciplinadas tropas europeas cuyos compañías había mandado
en España. El soldado de cuera había demostrado su valor y capacidad en sus primeros
diez años en California pero Neve encontró a la tropa de San Diego malamente vestida,
con armamento inadecuado y con caballos insuficientes. Aunque no lo dice en su informe
original, la tropa del real presidio de Monterey no se encontraba en mejores condiciones.
No puede imaginarse que la de San Francisco hubiera estado mejor. Al poco tiempo de su
llegada, fue informado por Moraga de un robo de 700 pesos en especies que habían traido
los pailebotes. Aunque Moraga logró arrestar a los prersuntos culpables, éstos escaparon
implicando a la guardia que los custodiaba. Se sometió a procesó a cuatro soldados y dos
sirvientes, debiendo conmutarse las penas por falta de reemplazos.
Acababan de llegar desde Loreto 25 reclutas con muy poco entrenamiento y con ellos
venían 80 mulas y 36 caballos. Esta tropa más que soldados, eran vaqueros pues arriaban
un piño de 1209 animales vacunos. Con menos de 150 hombres, el gobernador debía proteger
una costa de 900 kilómetros de largo pues se le había prevenido que el capitán inglés
Cook planeaba llegar hasta las costas de California. Su recalada en el territorio debía
impedirse por cualquier medio.
Debe recordarse que a los 146 soldados bajo el mando de Neve podían oponérseles 130
mil indios. Los españoles contaban con una superioridad aplastante de medios de toda
índole como el caballo, el arma de fuego y la estructura administrativa, con ésta iban a
sobreponerse a las distancias y los obstáculos geográficos que pesarían más en la
campaña que la superioridad numérica del indio.
El personal se distribuía así:
Presidio |
Capitán |
Teniente |
Sargento |
Cabo |
Soldados |
Monterey |
1 |
0 |
1 |
5 |
40 |
S.Francisco |
0 |
1 |
1 |
4 |
29 |
S. Diego |
0 |
1 |
1 |
5 |
62 |
La tropa se encontraba en estado deplorable. Los uniformes estaban viejos y raídos de
modo que la apariencia del soldado bordeaba en lo indecente. La capa azul había sido
substituida por un sarape el que probablemente servía también de manta para la cama. De
esta manera, el apuesto uniforme que prescribía el reglamento se había transformado en
un abigarrado conjunto multicolor. Las armas de fuego eran de diferentes calibres, roídas
y muchas no habían sido disparadas por el evidente peligro que ofrecían a su dueño más
que al enemigo. Muchos de los sables estaban quebrados o eran inservibles. Faltaban hasta
las lanzas. Decía el gobernador, "las escopetas son de distintos calibres...rotas y
no ofrecen seguridad alguna. Los sables, completamente inútiles, cortos y quebrados y
algunos no tienen lanzas y la mayoría sin sillas porque a más de su antigüedad, a todas
les faltan partes."(7)
Los caballos estaban viejos, gastados y con evidentes mataduras en la cruz y daños en
los cascos. Todo esto debía mejorarse antes de que la tropa pudiera prestar servicios
eficientes.
Las defensas tampoco eran adecuadas. Según el Reglamento de Presidios, el recinto
debía estar amurallado. En San Diego había observado una débil pared de adobe. La de
San Francisco, gracias a Moraga, estaba en construcción y casi terminada. En Monterey, la
empalizada era tan débil que Neve dice que no tenía otra defensa que los soldados. Una
real cédula emitida en Aranjuez en abril de 1776 autorizaba a Rivera a mudar el presidio
de Monterey a un terreno mejor, permiso al que Neve no recurrió.(8)
En San Francisco, los jacales de adobe no soportaban las lluvias y hubo que reforzarlo
con bastimientos de palos y ramas.
Neve sabía muy bien que la posición de sus tropas era precaria. Un alzamiento
indígena organizado podía acabar con la Alta California. De hecho, la oportuna llegada
de Anza a San Gabriel en 1770 había conminado el eminente peligro que se cernía sobre la
colonia después del ataque a San Diego. No debía permitirse a los indios descubrir la
debilidad de la tropa. Por sobre todo, no debía dárseles la oportunidad de matar a los
soldados.
A la llegada de Neve, los indios habían atacado a Rivera con 20 soldados entre
Velicatá y San Diego en 1770. Meses más tarde había ocurrido el ataque y destrucción
de la misión de San Diego. El correo había sido atacado en varias ocasiones por lo que
era necesario proveer una fuerte escolta. Fages dice haber sido apedreado y jareado
bajando de San Diego. (9)
El 13 de agosto de 1777 un correo de cuatro soldados que llevaba despachos de Croix a
Neve fue atacado cerca de la medianoche cerca de San Diego. Los indios mataron al cabo
Briones que iba a cargo del destacamento y a duras penas pudieron los otros tres soldados
rechazar al enemigo luego de perder sus cabalgaduras. Ortega envió al sargento Carrillo a
investigar pero no hay ninguna relación sobre el resultado. Afortunadamente para los
españoles el peligro de un alzamiento general nunca se materializó aunque nunca
desapareció tampoco.
Una de las primeras ordenes de Neve fue la de limpiar los uniformes, coser y reparar
las fornituras. Hizo cortar nuevas astas para las lanzas. Ordenó que se practicaran
maniobras de infantería y caballería y que por lo menos una vez a la semana, saliera el
cabo con su gente al campo a practicar el tiro al blanco. En Monterey hizo recolectar
piedras y reconstruir el presidio. Haciendo uso de la calera se obtuvo la argamasa
necesaria para levantar muros de piedra, los mejores de California.
Solicitó al virrey que se le enviaran las siguientes armas:
59 sables
59 puntas de lanzas
299 escopetas
59 pares de pistolas
1578 libras de pólvora
10.138 libras de balas
2 cañones y 760 cargas
6.000 balas de cañón.
La primera prioridad eran las escopetas pero se le comunicó que no serían enviadas
hasta que no llegaran de España pues no las había en México.(10)
La disciplina dejaba mucho que desear. Ya en Loreto Neve había tenido que actuar como
juez en varios casos de justicia militar. En el primero, un cabo y dos soldados acusados
de matar a una joven india en San Diego habían sido remitidos a Loreto. Neve tomó
declaraciones y envió su recomendación al comandante general. Como no pudo comprobarse
la causa de la muerte y los soldados alegaban haberse defendido de un ataque indígena, se
les remitió la pena al tiempo que llevaban en custodia, cinco años, y se les condenó a
vivir en California. Fue así como Sebastián Albitre y Francisco Avila se convirtieron en
colonos en San José de California. El cabo, Mateo de Soto era un desertor y no fue
hallado. En San Francisco, Moraga tenía también dificultades con la disciplina de la
tropa. El cabo Valerio Mesa era un hombre de naturaleza violenta y en más de una ocasión
había golpeado a otros soldados. El comandante del presidio terminó solicitando su
traslado junto con su mujer, María Leonor Borboa y sus seis hijos.
El problema de la falta de elemento femenino era serio. Neve informaba que tenía 75
soldados solteros, 49 con familias y 5 con grandes familias. Los incidentes llegaban a
extremos gravísimos. Neve por ejemplo, tuvo que investigar el caso del cabo Antonio
Duarte y el soldado José Antonio Espinosa. Duarte celoso de la atención que Espinosa
prestaba a su mujer, lo sableó. El herido se defendió y mató al cabo, sólo para morir
de sus heridas poco después. Enviado el expediente al asesor de guerra en Arispe, Pedro
Galindo Navarro, éste coincidió con Neve que habiendo muerto ambos participantes, no
había lugar a continuar la causa. Otro incidente menciona a un soldado de San Francisco
que encontró al cabo José Pinto debajo de su cama donde se había refugiado al oirlo
entrar
mientras enamoraba a su mujer.
Los soldados de guardia en una misión eran una fuente constante de problemas. Era en
la misión donde se concentraban los indios. Los varones llegaban desnudos. Las mujeres
usaban un vestido modesto. Se les separaba para trabajar. El deber del soldado de la
escolta era mantener el orden y prevenir disturbios de cualquier tipo. Actuando como
supervisor era natural y consecuente que el soldado abusara de la india. El acto no
siempre era forzoso, como lo prueba el caso de Agustín Castelo, de la custodia de Carmel
a quien se le acusaba de "relación ilícita" con una india cristiana. Neve se
limitó a cambiarlo a la guarnición del presidio después de una severa amonestación.
Por otra parte, los libros de las misiones muestran numerosos matrimonios celebrados entre
soldados e indias.
No siempre eran los soldados los únicos culpables. En Junio de 1777 los indios
infieles que vivían cerca de San Juan Capistrano empezaron a dar algunas señales de
rebelión y a amenazar a los neófitos. El teniente Ortega del presidio de San Diego
envió a un cabo con una escuadra de soldados y en el encuentro, tres indios resultaron
muertos y varios heridos. Ortega, con justificada razón, envió al sargento Francisco
Aguiar a hacer una investigación más completa. Resultó que esta vez el problema de las
mujeres indias presentaba una nueva fase. Un cacique indio proveía de mujeres a los
soldados de la custodia sin cuidarse si éstas tenían o no esposos. Se llevó el indio
unos buenos 15 azotes y una seria advertencia por parte del padre. Los dos soldados
involucrados fueron trasladados al presidio de San Diego.
En Febrero del año siguiente, 1778 se envió al cabo Carrillo otra vez a San Juan
Capistrano donde los indios estaban amenazando y haciendo preparaciones bélicas. Carrillo
descubrió que esta vez el motivo era una india que había abandonado su marido para irse
con un indio bajacaliforniano. El afrentado debe haber tenido sus influencias y amistades
pues los problemas continuaron con la muerte de un neófito en San Juan y con gran
alboroto de las rancherías. Carrillo sorprendió a los jefes en un ranchería cerca de
Panió y durante la refriega dos indios resultaron muertos. Otros dos se refugiaron en un
jacal y se negaron a salir. Carrillo hizo quemar la choza y los indios murieron calcinados
antes que rendirse. A la mayoría se les castigó con 30 ó 40 latigazos pero los jefes
Aalcuirán, Aachil, Aaarán y Tagüagüi fueron llevados a San Diego para ser juzgados.
Ortega, comprendiendo que debía actuar con energía para sofocar cualquier conato de
rebelión les siguió un rápido juicio y los condenó a muerte por fusilamiento por
planear el asesinato de cristianos. Ortega ordenó a los misioneros que les dieran los
últimos sacramentos bajo la amenaza de si se negaban los fusilaría igual. Se ha dicho
que fue ésta la primera ejecución pública en California.(11)
Pero la falta de documentación que confirme el ajusticiamiento parece indicar que Neve
conmutó la pena.
Tanto misioneros como militares intentaron remediar esta situación. Se prohibió a los
soldados y cabos entrar en las rancherías bajo cualquier pretexto, que no fuera
escoltando al sacerdote. Pero el problema continuó como se verá más adelante.
La documentación disponible muestra algunas deserciones. En su mayoría se trata de
arrieros o vaqueros que escapaban con algún soldado robándose ganado. Aunque no se
conocen estadísticas es razonable decir que las deserciones en California eran mucho
menores que las del ejército en la Nueva España en que se hablaba de una "epidemia
de deserciones" más o menos en la misma época.(12)
Aislado como estaban los presidios y rodeados de rancherías, es posible que los
recursos y el amparo que podía recibir un desertor eran tan escasos que el soldado no
tenía otra alternativa que permanecer en el servicio.
Las misiones
Al asumir Neve en Monterey existían siete misiones en Alta California. Cada misión
tenía una custodia o escolta militar asignada a ella. San Francisco proveía cinco
soldados para la misión en el arroyo Dolores y siete para Santa Clara. Monterey protegía
Carmelo, San Antonio y San Luis con un total de 3 cabos y 17 soldados; El Real Presidio de
San Diego debía proteger su misión con ocho hombres y un cabo e igual custodia recibían
San Gabriel y San Juan Capistrano. El número de soldados variaba de misión a misión y
aunque su alimentación corría por cuenta de los misioneros, se les proveía del almacén
del correspondiente presidio.
Es ya lugar común decir que el conquistador traía la cruz de Cristo sobre el arzón
de su cabalgadura y la espada toledana al cinto. Pero en sus alforjas venían las semillas
europeas y en alguna parte de la recua el mazo, la azada, la hoz, la sierra, la plana del
albañil... El mejor ejemplo de la acción civilizadora de la raza está en las misiones
de California. Desde un comienzo había quedado en claro para los misioneros que el
principal objetivo de la ocupación de California era la salvación de las almas y la
propagación de la fé. Sobre este punto Serra no aceptaría nunca ningún compromiso. Los
soldados y sus presidios no eran sino males necesarios que había que tolerar. Los
oficiales del real ejército no lo comprendían así. La misión tenía un doble
propósito, salvar almas y avanzar la frontera española. La "leyenda negra"
todavía promovida por algunas religiones protestantes, ha creado una imagen distorsionada
del sistema español en América. Sin embargo hay excepciones. Escribiendo sobre
California, dos historiadores anglo-sajones dejan muy claro cual era el verdadero
propósito que animaba a conquistadores y misioneros con respecto a los indios: "La
clave esencial del sistema colonial español era que los indios debían convertirse en
españoles, en religión en lengua y en un intercambio sanguíneo gradual. Se les exigía
trabajar; se les permitía vivir (siempre que sobrevivieran las epidemias de viruela y
tifus). Esta visión era muy diferente de las de los colonos ingleses; no existía un plan
similar para asimilar al indio en el esquema anglo-americano y su desplazamiento o
exterminio era casi la única alternativa."(13)
En lo posible, los misioneros ejercían sobre los indios el mismo control que un padre
de familia. Una vez bautizado, el indio perdía todo control sobre su sustento: era
alimentado, educado vestido y hasta regulado en sus actividades físicas y sexuales.
Entiéndase bien que el bautizo traía la gracia de Dios y la vida eterna pero era
prácticamente el acto de sumisión a la esclavitud de la misión. Al igual que la
encomienda, la misión podía exigir trabajo a sus neófitos aunque debía alimentarlos,
vestirlos, proveerlos de amparo físico y espiritual. Sin embargo, no vacilaban los
misioneros en pedir ayuda a los soldados de la custodia e incluso a los del presidio más
cercano en caso que fuera necesario arrestar o castigar a un neófito. Dos incidentes
ocurridos en la nueva misión de Santa Clara servirán de ilustración.
A las pocas semanas de haberse fundado la misión, los indios descubrieron el buen
sabor del ganado europeo. Era mejor y más abundante que el ciervo y no había que
cazarlo. Cayeron así vacas, caballos y hasta mulas. Al principio, creyeron los buenos
frailes que unos azotes a los sospechosos les quitarían el gusto por la carne, pero no
fue así. Fue necesario pedir al teniente Moraga que viajando desde San Francisco con sus
soldados de cuera diera una batida ejemplar a los culpables. Tres indios resultaron
muertos en la refriega.
En otra ocasión, los frailes observaron que una de las indias era más alta que las
otras mujeres y que no tenía senos. Sospechando que se trataba de un impostor, ordenaron
al cabo de la custodia que con otro soldado la arrestaran y la desnudaran, orden que al
parecer cumplieron con placer, pero que terminó en desilusión: se trataba de un varón
vestido de mujer. Unos cuantos azotes administrados por los soldados y la prohibición de
volver a vestirse fue el castigo impuesto. Meses más tarde, cerca de San Antonio, se supo
que este indio estaba cohabitando con su coyia o esposo. Otra vez se envió a soldados de
la custodia que los sorprendieron en flagrante delito. Al parecer los golpes fueron en
esta ocasión más fuertes pues el indio desapareció. (14)
En poco tiempo Neve pudo comprobar varias irregularidades en la administración de las
misiones y en el uso de su tropa por los misioneros. En cada misión el cabo a cargo de la
custodia quedaba prácticamente bajo el mando del misionero. Las medidas correctivas que
Neve tomaría más tarde lo iban a poner en directo conflicto con el Padre Serra,
presidente de las misiones.
Las finanzas
De todos los problemas que encontró Neve al llegar a Monterey ninguno iba a quitarle
más tiempo que el de las finanzas. La raíz del problema venía desde muy atrás. La
expulsión de los jesuitas significó que el Fondo Pío, un capital de casi un millón de
pesos muy bien invertidos, pasara a la Tesorería Real. El interés anual había cubierto
las pérdidas que dejaban las misiones de California. Pero las nuevas misiones de la Alta
California y los gastos de mantener el sistema militar para protegerlas eran cuatro veces
más altos que lo que proveía el fondo. Hacia 1773 Alta California había costado 250 mil
pesos. El Reglamento de Echeveste disponía de 38.385 pesos para los gastos militares de
Alta California. Los soldados debían pagar sus compras a un precio 150% más caro que su
costo en San Blas. Este recargo cubría los gastos de transporte hasta los presidios. Aún
con este enorme recargo, los gastos en San Blas ascendían a 92.470 pesos. A pesar de que
se aplicaban a la tesorería de San Blas las ganancias de las salinas y el producto del
Fondo Pío, la tesorería real debía cubrir un déficit anual de casi 35 mil pesos.
Los sueldos de los misioneros y la ración doble que éstos recibían por los cinco
primeros años de servicio deberían pagarse del Fondo Pío. Así y todo, Neve enfrentaba
un déficit de más de 15 mil pesos para su primer año de gobierno. Como representante
del rey, Neve tenía la obligación de cuidar de que los dineros reales no se malgastaran
y de reducir gastos en todo lo que fuera posible.
La labor del gobernador en este aspecto no era fácil. En su persona recaía la
responsabilidad de recolectar de los guarda almacenes y de los misioneros recibos de
bienes, alimentos y dineros. Consolidar todas esas cuentas y hacer que saldaran con los
gastos no era cosa fácil. Tenía además que proveer de listas de compras a las
autoridades de San Blas que se enviaban en la memoria anual. Los comisarios o
guardalmacenes del real ejército no conocían bien su oficio y llevaban cuentas
defectuosas. Los primeros informes de Neve al virrey fueron enviados a los Tribunales de
Cuentas y rechazados con instrucciones de que los guardalmacenes deberían recibir
instrucción en como llevar cuentas. El guarda almacén de Monterey, Juan Soler era
incapaz de ajustar sus cuentas. No había llevado libros de contabilidad y pidió licencia
por enfermedad, muy justificada por cuanto murió a las pocas semanas. Cuando, por fin,
pudo el gobernador obtener que el comisario de San Francisco, Hemeregildo Sal, saldara las
cuentas del presidio de Monterey, éstas mostraban déficit de 1382 pesos.
Poco a poco, pudo el eficaz gobernador ir arreglando las cuentas y cuando recibió la
autoridad para cambiar los sistemas, tuvo buen recaudo de incorporar todas sus reformas
financieras en el nuevo reglamento.
Bajo el reglamento de Echeveste, los sueldos, en pesos castellanos, equivalentes a un
dólar de la época, eran los siguientes:
Grado Loreto Monterey
Gobernador 4.000
Vice-gobernador 3.000
Guarda almacén 1.200 1.000
Teniente 500 700
Sargentos 400 450
Cabos 350 400
Soldados 300 365
Los soldados recibían raciones en crudo que aumentaban progresivamente de acuerdo con
el número de familiares que lo acompañaban. Esta ración variaba según las existencias
de la bodega del presidio. En San Diego al llegar Neve en 1777 la ración era un almud y
medio de maíz y un ochavo de legumbres secas. El resultado era que comían principalmente
tortillas. Cada soldado recibía además pólvora y munición con que augmentar su dieta
por medio de la caza. Sin embargo, después de la llegada de los paquebotes las raciones
incluían maíz, frijoles, garbanzos, arroz, manteca, azúcar y chiles. Neve aumentaría a
su debido tiempo estas raciones.
Los precios del almacén presidial de San Francisco que regía Hemeregildo Sal eran
generalmente bajos en lo que se refiere a la comida. La lista para Diciembre de 1777 era:
(cantidades reducidas a kilogramos; el peso se dividía en 8 reales)
1,470 Kg de charqui................. un real
o,720 Kg de chile.................. un real
0,450 Kg de galleta................. un real
4,500 Kg de carne fresca............ un real
un pollo o gallina.................. un real
dos conejos......................... un real
una docena de huevos................ 2 reales
1 fanega de trigo................... 2 pesos
1 fanega de maíz..................... 1 peso, 4 reales
1 fanega de garbanzos................ 3 pesos
una ternera de pié................... 2 pesos
un novillo........................... 4 pesos
un buey.............................. 6 pesos
un burro............................. 6 pesos
un mula de recua.................... 20 pesos
un caballo........................... 9 pesos
El sueldo del soldado de cuera era equivalente a 185 fanegas de trigo. El precio
desproporcionado de una mula de carga demuestra la escasez de este valioso animal al que
se usaba como bestia de silla para viajar en terreno montañoso, aunque en el lodo del
invierno no tenía la habilidad del caballo. La mula era también difícil de reproducir
pues se creía que una yegua quedaba estéril después de parir la cría de un burro. (15)
Primeras reformas
Las primeras reformas de Neve afectaron a las misiones. Su primera orden fue prohibir
que se usara la tropa para perseguir a los neófitos que huían. Las expediciones
punitivas debían entrar en rancherías de indios bárbaros donde se refugiaban los
neófitos y esto causaba una hostilidad innecesaria entre esta gente. Luego limitó las
tareas a sus deberes militares, nada de cuidar caballos, cortar adobes o fabricar tejas.
La irritación de los misioneros fue creciendo y cuando el gobernador exigió al padre
Serra que le entregara las listas de personas y ganados de cada misión que Neve
necesitaba para completar el censo que exigía Croix, el misionero se negó a hacerlo
diciendo que las había enviado al virrey a través de sus superiores en México. Siguió
una larga disputa epistolar en la que participaron Bucarelli y Croix. Neve nunca vio las
listas de Serra. Cuando el franciscano por fin, tuvo que obedecer la orden del virrey y
enviar sus listas, lo hizo en 1784 , Neve se encontraba en su lecho de muerte. Pero no fue
ésta la única ni la última disputa con Serra. La autoridad militar no tenía
necesariamente que chocar con la autoridad eclesiástica aunque sus poderes bajo el
sistema de patronato eran a veces contradictorios.
En su esfuerzo por enderezar las finanzas, Neve descubrió que Rivera había continuado
entregando raciones dobles a los misioneros aunque se había cumplido el plazo de cinco
años que disponía el reglamento de Echeveste. No sólo suspendió la entrega de las
raciones a Santa Clara, San Francisco y San Juan Capistrano, sino que exigió el pago con
aspecto retroactivo a la tesorería real. Los frailes necesitaban de esas raciones que
compartían con los neófitos. Serra apeló a sus superiores y éstos a sus vez al virrey.
Pero el asunto estaba bajo la jurisdicción de Croix y el capitán general aprobó la
suspensión de las raciones pero dejó a juicio de Neve la cobranza retroactiva. Neve la
canceló. Se trataba de la respetable suma de 1500 pesos. El asunto llegó hasta la corte
y Gálvez con la aprobación del rey, confirmaba la decisión de Neve. Gálvez entendía
muy bien que las misiones antes que un fin, eran un medio y no estaba dispuesto a que bajo
ninguna circunstancia se repitiera con los franciscanos la instalación del poderoso
establecimiento religioso de los jesuitas, aún en la remota California.
Otro asunto que iba a causar fricciones con los misioneros era el cumplimiento de las
leyes de indios. Los indios cristianos tenían derecho bajo el sistema español a cierta
autonomía. Si bien no gozaban de todas las prerrogativas del cabildo que llegaría con la
secularización, podían elegir alcaldes y regidores, recibir bastón de mando, regir en
ciertas materias de disciplina y condiciones de vida y quedaban exentos de castigo
corporal. Si bien la implantación del sistema indica cierta candidez por parte del
gobernador, no era menos cierto que así lo disponía la ley. Los misioneros vieron la
intromisión del militar en sus asuntos. Eran ellos los que debían controlar los indios.
Serra llegó a amenazar el retiro de todos los franciscanos, pero al final se llegó a un
compromiso que prácticamente llevó al sistema a la impotencia. Se elegiría un alcalde y
dos regidores en cada misión, pero serían los misioneros los que los instruirían en sus
deberes y obligaciones cívicas. Nunca se les eximió de castigo corporal de manera que
los misioneros podían castigarlos si desobedecían. Fácil es de imaginar la
limitadísima autoridad que podían ejercer.
Pero el más serio de sus conflictos con Serra ocurrió en junio de 1778 cuando Neve no
reconoció la autoridad de Serra para otorgar el sacramento de la confirmación. El asunto
cae fuera del tema de este trabajo, de manera que se dará aquí un versión muy general.
Serra había recibido permiso papal para confirmar. Este hecho ha quedado
históricamente probado y no admite hoy dudas. Pero, de acuerdo con el sistema de
patronato real, el rey es el jefe de la iglesia en todo aspecto que no sea asunto de fe o
de moral. Neve era el representante del rey y por lo tanto tenía el derecho de exigir a
Serra la presentación del documento que lo autorizaba a confirmar. Serra se negó a
mostrarlo y juró haberlo enviado a México. Enterado de la disputa, Croix secundó a Neve
pero al recibir los documentos del virrey Mayorga, escribió a Neve que la patente era
válida y que Serra podía continuar confirmando. La única participación militar en el
asunto fue la negativa del gobernador de proveer una escolta a Serra cuando iba a
confirmar.
El coronel veía como necesidad imperiosa el aumento de sus tropas. En noviembre de
1777 había apenas 22 soldados en Monterey, la capital del territorio y a éstos debían
escoltar el correo, las recuas de mulas, los misioneros y participar en expediciones o
escaramuzas para conjurar las amenazas de los indios. En ocasiones la guarnición del
presidio, que era la reserva estratégica, disminuyó hasta siete hombres. Si se
descontaban las custodias, San Diego, sitio de gran peligro como había quedado probado,
contaba con 36 soldados, San Francisco con 19. Neve solicitó que se le enviarán 75
soldados de refuerzo con 12 oficiales. Aunque el incremento fue gradual, Neve
incorporaría estas demandas en su reglamento.
Muerte de Bucareli
En abril de 1779 falleció el virrey Don Antonio María de Bucareli y Urzúa. Junto con
Gálvez habían sido las fuerzas poderosas que habían impulsado la ocupación de
California. Hombre honesto, justiciero y honrado, el virrey representa en la historia de
la Nueva España, la cúspide del buen gobierno colonial. Por orden del rey no se haría
un juicio de residencia, rarísima excepción con la que se reconocía su servicio a la
corona. En su reemplazo se nombró a Don Martín de Mayorga.
Fundación de ciudades: San José del río Guadalupe
Antes de su traslado a Monterey, Neve había propuesto al virrey que se intentara el
cultivo de cereales en los nuevos territorios con el objeto de aliviar el oneroso cargo de
traer estos productos desde México. En su viaje al norte pudo observar en la Alta
California terrenos muchos más aptos para el cultivo que los áridos páramos de la
península. En especial dos lugares con agua abundante y relativamente planos le
parecieron especialmente adecuados. El primero era la planicie del río de la Porcíuncula
cerca de San Gabriel. Una plantación de trigo, maíz, frijoles y otras semillas podía
proveer el presidio de San Diego y las misiones que los circundaban.
En su primera visita a la misión de Santa Clara pudo notar las óptimas condiciones
del suelo, el río de Guadalupe y la composición topográfica del terreno que se prestaba
mejor que ningún otro como terreno óptimo para la agricultura. Sin esperar la
aprobación de sus superiores, decidió establecer cuanto antes un pueblo en la margen
opuesta del río que serviría de límite natural entre los pobladores y misioneros.
Escogió nueve soldados de los presidios de San Francisco y Monterey que habían tenido
experiencia previa como labriegos y cinco de los colonos que había traído Anza a
California. El sólo hecho de que el coronel estuviera dispuesto a desprenderse de nueve
de sus valiosos soldados, indica la enorme importancia que Neve daba al proyecto. El
teniente Moraga recibió la orden de llevar a esta gente con sus familias, un total de 66
personas, y proceder a la fundación del pueblo. Moraga escogió un lugar a unos seis
kilómetros de la misión de Santa Clara, en la orilla opuesta del río. Se delineó una
plaza y se repartieron suertes y solares. Cada colono recibió entonces un sitio donde
levantar su hogar y un lugar de siembra que por haber sido determinado al azar, se llamo
"suerte". La fecha de la fundación de San José del río Guadalupe se ha fijado
como el 29 de noviembre de 1777. El nombre había sido escogido por Neve para honrar al
santo patrón de la expedición original.
La primera obligación del poblador era la de construir una casa que pudiera habitarse
para el final del primer año y que debería estar terminada al final del tercero. Las
casas eran simples jacales como se construían en México. Cuatro postes se plantaban en
la tierra y se armaba una pared de ramas y palos lo más tupida posible. Luego se las
revocaba con barro mezclado con paja de los pastos naturales. Igual procedimiento se usaba
en la construcción del techo pero este se cubría con tules que abundaban en el angulo
sur de la bahía de San Francisco precisamente en la desembocadura del río. El piso era
de tierra y se le aplanaba lo mejor posible. Poco a poco fueron construyéndose casas de
adobe pero la construcción se vio limitada pues no existían depósitos de cal en las
vecindades, la única cal disponible estaba en Monterey.
Cada poblador recibió semillas, herramientas de labranza, diez pesos al mes y las
mismas raciones que recibían los soldados. No se estableció un cuartel para la tropa
pues cada uno construyó su propio hogar. Se conservó sin embargo, la jerarquía militar
entre los nueve soldados y el cabo Valerio Mesa quedó al mando. Cada poblador, civil o
militar debía mantener dos caballos, una silla de montar, lanza y escopeta. Neve con gran
acierto creyó que la fértil llanura serviría de semental para los caballos del presidio
y pidió al virrey el envío de 140 yeguas y cuatro potros. Tal sería el éxito de estas
crianzas que años más tarde los vaqueros debían espantar los caballos haciéndolos caer
de los acantilados de la costa porque los animales, ya semi-salvajes, causaban numerosos
perjuicios sin que su aumento pudiera controlarse.
Se construyó una toma de agua en el río y una acequia para el riego y aunque el
primer año, durante una crecida el río se llevó el taco e inundó los campo, se logró
obtener una pequeña cosecha de maíz. En años siguientes la producción de maíz y trigo
aumentó considerablemente de manera que ya en 1782 los dos presidios se abastecieron por
completo de la producción del pueblo. Hacia 1791 la producción de San José y del pueblo
de Los Angeles en el sur, era suficiente para abastecer toda la California con lo que fue
posible terminar con los envíos de alimentos desde San Blas.(16)
El Nuevo Reglamento
A poco de llegar a California, en Junio de 1777, Neve había solicitado licencia por
enfermedad y deseos de ver a su familia de la que estaba separado trece años. En octubre
de 1778 llegaba la respuesta de España. El rey se negaba a aceptar su renuncia y lo
ascendía de teniente coronel a coronel. Neve aceptó la voluntad real y dedicó todas sus
energías reformar el sistema, reforma que se vertió en su Reglamento para el
gobierno de la península de California.
El Reglamento de Neve como se le conoció, vino a reemplazar al de Echeveste que había
sido una colección de instrucciones improvisadas destinadas más bien a favorecer a los
franciscanos que a la tropa. Se recordará que el padre Serra había viajado a la ciudad
de México en 1773 con el fin de obtener el traslado de Fages y mejores condiciones para
sus misiones. El padre presidente presentó 32 puntos y el fiscal José Antonio Areche
recomendó que se aprobarán 22 de ellos. Estas medidas garantizaban a los misioneros el
control sobre los indios y les daba ciertos privilegios en el correo, fletes y otros
asuntos administrativos. Esta propuesto había sido enviada a Juan José Echeveste que
incorporó otros 22 artículos que cubrían los asuntos militares y un plan de
financiamiento para la Alta California. Bucareli lo había promulgado mediante un decreto
el 23 de julio de 1773.
Ya antes de llegar a Monterey, Neve había informado que no consideraba adecuado el
sistema de aprovisionamiento de la tropa bajo el reglamento. A los soldados se les pagaba
en mercadería a precios exorbitantes: 100% de recargo en Baja y 150% en Alta California.
Si estas quejas o comentarios llegaron a los oídos de Gálvez no lo sabemos pero la orden
de buscar una reforma al reglamento fue enviada al comandante general Croix. En agosto de
1777 Croix enviaba a Neve el texto del decreto real y le pedía que le informara en
detalle que partes del reglamento debieran cambiarse y que sugiriera nuevas medidas para
reemplazarlas.
Esta orden se cruzó con un informe de Neve sobre las condiciones en que había
encontrado su nuevo mando. El coronel se mostraba especialmente descontento con los
arreglos financieros que consideraba injustos para la tropa. Croix aceptó con placer las
sugerencias y envió un nuevo oficio pidiéndole que presentará un esquema de los cambios
necesarios.
El 10 de junio de 1779 enviaba el gobernador un documento de 52 carillas que
equivalían a un nuevo reglamento. El comandante general sin hacer cambio alguno, lo
promulgó e informó a las autoridades reales en Madrid de su aceptación al documento
cuya copia acompañaba. Mayorga en México lo aprobó también, ordenó que se pusiera en
ejecución en cuanto afectaba a San Blas e informó también a Madrid de su conformidad.
El primero de enero de 1781 el reglamento entraba en efecto en California. Gálvez lo
aprobó en Madrid y el real decreto que lo convertía en ley fue promulgado el 24 de
octubre del mismo año.
Este reglamento se mantendría en efecto por todo el período español y al anexar los
Estados Unidos a California mantuvo su vigencia en lo que a la fundación de los pueblos
se refería de manera que su validez quedaría probada en las cortes de justicia de la
Unión.
Como apunta su biógrafo Edwin Beilharz, Neve cubre en su reglamento tres áreas
distintas.(17)
Estas no se encuentran seccionadas dentro del cuerpo del documento pero es importante
separarlas para comprender mejor la efectividad de la nueva ley.
En primer lugar, el sistema de finanzas recibe especial atención. Neve lo reforma de
manera que las pérdidas al tesoro real se reduzcan al mínimo y con el tiempo, lograría
no sólo equilibrarla con los gastos sino dejar un pequeño saldo. El cambio en el sistema
de remuneraciones a la tropa que era tan injusto, se logra con un ahorro a la tesorería
real. El reglamento hace posible la mantención de un número adecuado de soldados a un
costo tolerable para las exiguas entradas de San Blas.
El segundo punto sugiere el desarrollo económico de California, su población y el
abastecimiento de bienes y soldados. En este aspecto la política de Neve sería decisiva
y cambió fundamentalmente la California española. De haberse ejecutado su plan completo
con la colonización del valle central, la historia pudo haber cambiado. El envío de
granos desde México era costoso. Neve concibió plantar trigo, maíz y otros cereales en
California. Para esto establecería pueblos en los dos lugares que encontró más
apropiados. La población proveería de milicias, supliendo así la falta de soldados
regulares para la defensa de los establecimientos. Neve se dio cuenta al primer vistazo
que la zona del canal de Santa Barbara era un lugar estratégico de primera importancia.
Los indios eran más civilizados y más numerosos que en ninguna otra región y un
alzamiento podía cortar las comunicaciones por tierra entre el Norte y el Sur, aislando
Monterey y San Francisco y sus misiones dependientes.
El tercer punto cubría las reformas al sistema de misiones, aumentando el poder civil
y el control del estado, reduciendo la independencia del misionero y protegiendo al
neófito de la actitud paternalista y a veces abusiva de los franciscanos. Como es lógico
éstas fueron las regulaciones que serían combatidas por los misioneros y que a la larga
no pudieron ponerse en ejecución por completo.
Los presidios y sus soldados se cubrían ya por el Reglamento de Presidios de 1772.
Neve amplió estas disposiciones de manera que pudieran aplicarse con más efectividad en
California. Para empezar los precios de los artículos adquiridos en San Blas serían los
mismos que tenían en México. Los alimentos serían comprados en los posible en
California. El sistema continuaría con la inclusión de una lista de pedidos a San Blas
en la memoria anual. En ese puerto se comprarían los artículos pedidos y se enviarían
como era costumbre, en los paquebotes. Las soldadas y la distribución de los artículos
no estaría ya a cargo del guarda almacén de cada presidio sino de un militar que
ejercería el cargo de "habilitado". El habilitado llevaría las cuentas y
debería entregar la cuarta parte del sueldo en dinero efectivo, el resto en artículos y
alimentos. El presidio mantendría ganados equino y vacuno para el uso de los soldados y
se proveía para la mantención de herreros, carpinteros, mecánicos, armeros y albañiles
especializados que necesitaría el presidio.
El artículo segundo establecía una tabla de personal y equipo militar que era la
siguiente:
Presidio |
Capitán |
Teniente |
Alférez |
Sargento |
Cabos |
Soldados |
Loreto |
1 |
1 |
2 |
2 |
3 |
39 |
S. Diego |
0 |
1 |
1 |
1 |
4 |
26 |
S.Barbara |
0 |
1 |
2 |
3 |
2 |
54 |
Monterey |
0 |
1 |
1 |
1 |
4 |
26 |
S.Francisc |
0 |
1 |
1 |
1 |
4 |
26 |
Los sueldos anuales serían iguales para Baja y Alta California:
Capitán 1.500 pesos
Teniente 550 pesos
Alférez 400 pesos
Sargento 262 pesos
Cabo 225 pesos
Soldado 217 pesos y 4 reales
Las bajas de precios en los almacenes del precio y la reducción de lo que se entregaba
en mercaderías significó un aumento considerable en el poder adquisitivo. Así, un
soldado recibió un aumento real de 71 pesos anuales mientras el teniente prácticamente
doblaba su soldada.
El nuevo reglamento no cambió en nada los artículos tres y cuatro que determinaban
los uniformes y equipo de la tropa aunque Neve hizo cambiar una incómoda cartuchera de
madera por una bandolera más liviana y más práctica. Para todos los efectos prácticos,
mientras el nuevo reglamento no lo contradijera, se siguió usando el Reglamento de
Presidios de 1772. En este aspecto, Neve consideró que sus ordenanzas eran simplemente
ampliaciones del Reglamento de Presidios.
Neve puso especial cuidado en la contabilidad y en la labor del habilitado. Los
artículos 5, 6 y 13 detallan específicamente los procedimientos de contabilidad que
deben llevarse de las cuentas individuales de cada soldado, de la distribución de ropa a
los niños y las esposas de los soldados, de la calidad de la mercadería recibida y otros
pormenores. Se determina también como debe elegirse al habilitado, cuales son sus deberes
y obligaciones y se le asignan el 2% de las cuentas que maneje.
Las otras disposiciones que corresponden directamente al ejército se refieren a la
cantidad de pólvora y su cuidado y a la selección de oficiales. El reglamento indica que
el gobernador propondrá los nombres de oficiales al comandante general; los comandantes
de presidios propondrán los nombres de sub-oficiales al gobernador. Debido a la
distancia, el comandante en Loreto propondrá directamente al comandante los nombramientos
sujetos a la confirmación del gobernador. También se requiere una inspección mensual de
la tropa presidial que será firmado por el comandante del presidio.
En el preámbulo del reglamento se establece que el gobernador, su capitán ayudante
que actuará de inspector, y el cirujano no formarán parte de la guarnición de ningún
presidio. Curiosamente no se les asignan tropa de escolta y ésta tendrá que ser
proporcionada por cada presidio adonde viaje el inspector o el gobernador.
Contiene también el reglamento algunas disposiciones sobre los indios infieles, muy
similares al Reglamento de Presidios. Siguen ambos documentos la misma línea sobre las
obligaciones y responsabilidades del soldado, cabo y sargento.
El artículo catorce versa sobre las nuevas poblaciones y establece las raciones,
sueldos, animales y útiles de trabajo que recibirá cada poblador. Se incorporaron aquí
las disposiciones ya establecidas en el pueblo de San José.
El último acápite se refiere a las misiones. Especifica la fundación de cuatro
misiones en la zona del canal de Santa Barbara de manera que rodeen la población chumash
o canoína. Para esto determina que dos misiones se fundarán a 16 y 20 leguas hacia el
interior. Estas fundaciones no se llevaron a cabo y se dejó despoblado el valle de San
Joaquín o valle central de California. Esta ocupación habría fortalecido el
establecimiento español y más tarde la soberanía mexicana en el territorio.
Neve proponía que las misiones se redujeran a un sacerdote y que sólo las que estaban
junto a un presidio tuvieran dos. De esta manera uno podría servir de capellán
castrense. El reglamento era sin duda, perjudicial a los franciscanos. Pretendía
aislarlos, limitar su autoridad sobre los indios y hacerlos independientes de los
misioneros. Los franciscanos nunca aceptarían estos arreglos. Como el reglamento tardó
en llegar a California y el coronel no consultó ni informó a los franciscanos, éstos no
vinieron a caer en cuenta de las desventajas del nuevo sistema hasta la construcción del
presidio y misión de Santa Barbara.
Los Angeles
Neve apresurado como estaba en establecer San José, no olvidó tampoco su proyecto de
fundar un segundo pueblo que surtiera de granos y ganados a los presidios del sur.
Combinando el proyecto de la población del canal y las misiones que se planeaban para la
región, con el del nuevo poblado, solicitó a Croix 60 colonos.(18)
El general que se encontraba en Arispe, territorios también fronterizos y escasamente
poblados, determinó llamar a Rivera que tenía ya experiencia en estos asuntos y
encomendarle que reclutara, no 60 sino 24 colonos. Estos números se reducirían al final
a 14, once llegaron y sólo ocho permanecieron en el nuevo pueblo.
En diciembre de 1779 cruzaba Rivera el Mar de Cortés y se dedicaba a la difícil tarea
de reclutar los colonos y 59 soldados casados. Se le ordenó también que tratara de
llevar a las familiares solteras de esta gente para que contrajeran nupcias con los
soldados solteros que había en California. Mientras tanto, Croix había nombrado la plana
de oficiales que se necesitarían para cubrir las plazas de la nueva organización. Estos
eran los tenientes Alonso Villaverde y Diego Gonzales y los alféreces Mariano Carrillo,
Manuel García Ruiz y Ramón Lasso de la Vega. Faltaba un cuarto alférez que sería
nombrado después de consultar con Neve.
Croix tomó 25 soldados voluntarios de los presidios de Sonora con los que Neve podía
guarnecer el nuevo presidio a fundarse en Santa Barbara. La tropa y los colonos vendrían
por dos rutas. Un grupo cruzaría por mar entre Guaymas y Loreto y seguiría el camino por
Baja California. El segundo grupo saldría de Sonora y viajaría por la ruta del río
Colorado llevando más de 900 caballos y mulas. Neve al enterarse de la salida de la
expedición por Yuma, envió al sargento Juan José Robles con seis soldados a
encontrarlos en el Colorado.
Rivera teniendo a su disposición estos buenos conocedores del terreno, envió el
grueso de su fuerza, unos 35 soldados con sus familias, al mando del teniente Gonzales,
con el alférez Limón y el alférez José Darío Argüello que había reemplazado a Ruiz.
Despachó también de vuelta a Sonora, una fuerte escolta de 65 hombres que lo había
acompañado al mando del teniente Andrés Arias Caballero. El capitán con unos 10 hombres
acampó en las márgenes del Colorado con la idea de restaurar el ganado que venía muy
desgastado.
Gonzales con sus 35 soldados y las familias de 30 de éstos, llegó sin novedad a San
Gabriel 14 de Julio de 1781. Como el resto de la expedición venía todavía en camino,
Neve decidió aplazar la fundación de las nuevas misiones y el presidio hasta la
primavera siguiente. Limón con nueve soldados de Sonora emprendió el viaje de regreso
por la ruta del Colorado.
Mientras tanto, el teniente José Zuñiga que había reemplazado a Valverde, se había
unido en Loreto con Lasso que lo esperaba con 17 soldados y sus familias. Zuñiga traía
sólo once colonos, pues los otros habían desertado. Esta segunda columna llegó a San
Gabriel el 18 de agosto con el verano bastante avanzado. Hubo además de mantenerse en
cuarentena a una distancia prudente de la misión pues algunos de los niños tenían
viruela. Con esto se aplazaba definitivamente todo intento de fundaciones en el canal.
Pero Neve no cejó en sus esfuerzos y dio ordenes precisas para que se fundara el segundo
pueblo. No desistió de su empeño ni aún cuando regresó inesperadamente Limón, herido
y con las terribles noticias de la masacre de Yuma y la muerte de Rivera.
El gobernador había escogido una planicie que le pareció muy fértil y que podía
regarse con el río de la Porciúncula. Dio instrucciones exactas que entregó al alférez
Argüello comisionándolo para que fundara el pueblo.(19)
El día 4 de Septiembre de 1781 procedía Argüello a delinear la plaza, sortear las
"suertes" y distribuir los solares. La población original era de 32 almas.
Aunque no todos los pobladores mostraron las aptitudes necesarias, Los Angeles se
convertiría con el tiempo en una de las grandes ciudades del mundo. Beilharz escribió:
Como en el caso de San José, la ciudad echó raices firmes en el nuevo suelo, trayendo
a California un nuevo elemento que no era eclesiástico ni militar. Los oficiales y los
soldados del rey desaparecerían en la turbulencia de la revolución colonial contra
España. Las misiones se desmoronarían en la secularización entre 1834 y 1836. Sólo la
población civil, sobreviviría y florecería.(20)
La Masacre de Yuma
La posición estratégica del lugar que hoy ocupa la ciudad de Yuma, era de primordial
importancia para las comunicaciones terrestres entre California y Sonora. En 1669 el padre
Kino había explorado el territorio y establecido contactos con los indios de la región.
Anza en su histórica expedición a California en 1774 había acampado en el lugar y
establecido una sólida amistad con Palma, el cacique más respetado de la región. Tanto
Anza como el padre Garcés habían informado favorablemente sobre la amistad de los indios
que consideraban pacíficos, la fertilidad del suelo, las buenas condiciones climatéricas
y la posición estratégica del lugar. Ambos habían recomendado poblarlo. Garcés que
como se ha visto, había viajado extensamente por todo el sudoeste, prefería los yumas a
cualquier otra tribu y estaba decidido a establecerse como misionero entre ellos. Salvador
Palma había sido llevado a México, regalado e investido como magistrado del rey en la
región.
Palma había pedido en varias ocasiones que se establecieran misiones entre los yumas.
Los indios deseaban las misiones pues creían que los españoles tenían una fuente
inagotable de comida, que se les proveería de carne, vestidos, cuentas de vidrio,
herramientas de hierro y otros bienes de consumo. Cuando las promesas de Anza y Garcés no
se cumplieron, Palma viajó dos veces hasta Altar con sus súplicas. "Prometer es mas
que deber", dice un viejo adagio castellano y el cacique estaba perdiendo
credibilidad y prestigio ante su gente que aguardaba ansiosa la llegada de los misioneros,
no por la Gracia de Dios que esperaba llevar Garcés, sino por los mundanos alimentos y
chucherías. Croix autorizó el establecimiento de las misiones pero sin tener fondos como
financiarlas adecuadamente, limitó sus gastos y recursos a extremos peligrosos. Por
ejemplo, se destacaron doce soldados como custodia, pero no se les permitió llevar a sus
familias. El problema de las relaciones con las mujeres indias iba a surgir como en
California. No se desanimó Garcés y en agosto de 1779 llegaba a Yuma con dos soldados,
falto de provisiones y con las manos vacías en lo que a obsequios se refería. En octubre
se le unió el padre Diaz con el resto de los soldados y en iguales o peores condiciones.
Los misioneros y su escolta tenían que subsistir de lo que les proveían los indios,
invirtiendo los roles que los salvajes esperaban jugar.
A principios de 1780 se decidió establecer dos colonias bajo condiciones muy
diferentes de las que existían en la frontera norte y en California. Fueron éstas
Purísima Concepción en la ribera sur de la confluencia del Gila con el Colorado y San
Pedro y San Pablo Vicuñer unos 20 kilómetros más al norte en la rivera oeste del río.(21)
La motivación principal para esta innovación era la falta de recursos y dinero.
Imposibilitado de obtener el respaldo y la ayuda para una misión en regla, Garcés
sugirió y obtuvo permiso para una combinación de los tres elementos: misión, presidio y
pueblo. Este sistema iba a funcionar mejor según Garcés pues los yumas estaban
acostumbrados a la propiedad individual de la tierra.(22)
Esta organización puede haber resultado en grandes ahorros al tesoro real pero no
tenía la ventaja de ninguna de las tres instituciones. No se amuralló ni se hizo
preparativo alguno de defensa, se dividió la fuerza, con un sargento al mando de un
destacamento y un alférez en otra. (23)
Los padres ejercían sólo labores espirituales, los neófitos deberían seguir
viviendo en sus rancherías y ganando su propio sustento como antes de la llegada de los
padres. Dice Palou: "Fue bajo este plan tan totalmente diferente del que habíamos
seguido aquí, que muy pronto se mostrarían diferentes resultados." (24)
Croix en su informe a Gálvez para 1781 dice que ha confiado el mando de la guarnición
al alférez Santiago Yslas y que le ha ordenado que divida las aguas y las tierras en tres
clases: soldados, colonos y yumas.(25)
Ya el asesor Galindo había prevenido que era ilegal ocupar la tierra de los indios y
ante la escasez de buena tierra, la falta de agua-- el año 178O-1 fue uno de severa
sequía-- era peligroso quitar los terrenos de plantaciones que cultivaban los yumas para
dárselos a colonos o soldados. Como apunta Chapman, "Los españoles pusieron poca
atención a los derechos de los indios al distribuir la tierra y el ganado pisoteó los
sembrados de los yumas."(26)
Yslas no demostró tampoco mucho espíritu militar ni sentido común en el desempeño
de su cargo, faltas que iba a pagar con su vida. Hizo arrestar al hermano de Palma por
falta de respeto a Garcés sin considerar la alta posición social que el indio ocupaba.
Luego azotó publicamente a varios indios. Añádase a esto el despojo de las tierras, lo
miserable de los esperados regalos en calidad y cantidad y el pisoteo del ganado a las
pocas plantaciones que pudieran mantener. Nadie dudaría, mirando en retrospectiva que la
situación era peligrosa. Pero Yslas, no tomó medida alguna. No apostó centinelas ni de
día ni de noche, no buscó lugares para la defensa, ni envió patrullas que salieran al
campo para enterarse de cualquier preparativo bélico.
A fines de Mayo de 1781 llegaba Rivera con su gente arriando casi mil bestias entre
caballos, mulas y burros. El capitán los dejó forrajear en lo que quedaba de las
plantaciones yumas y en el mesquite. Fue lo que colmó la indignación de los indios. Una
vez que la tropa se dispersó--salió el grueso de la fuerza a California y la escolta
retornó a Altar-- los indios prepararon un sorpresivo ataque. Al amanecer del 17 de Julio
de 1781, caían los guerreros yumas y sus aliados vecinos, sobre San Pedro y San Pablo y
procedían a matar a garrotazos a los hombres llevándose cautivas a las mujeres con sus
niños. Cayeron también los sacerdotes Diaz y Moreno. El altar de la iglesia fue
despojado y sus accesorios arrojados al río, las casullas y otras vestimentas robadas y
luego se pegó fuego a todos los edificios. Sólo un hombre logró escapar de esta masacre
y huyó a dar la alarma a Sonora.
Casi simultáneamente caía una segunda ola de guerreros sobre Purísima Concepción,
al mando del propio Salvador Palma. Se siguió igual procedimiento. Junto con sus fieles
cayeron el legendario Garcés y su acompañante, el joven sacerdote Barreneche.
Al día siguiente, ambos grupos atacaban el campamento de Rivera en la otra ribera del
río. Del combate de Yuma, como el de Little Big Horn o el de Tucapel, no se tienen más
noticias de las que dieron los indios: no sobrevivió ninguno de los defensores.(27)
Según una versión, Rivera alcanzó a cavar una trinchera defensiva. Formó una línea
de tiradores a caballo que lanzaron una primera descarga. La enorme multitud de atacantes
no se intimidó y cargó sobre la trinchera donde se habían refugiado los soldados a los
que ultimaron a golpes.
¿Cuánto tiempo de aviso alcanzó a tener Rivera del peligro que corría? No lo
sabemos, pero la preparación de una trinchera indicaría algunas horas. Es muy fácil
criticar a posteriori las operaciones militares pero, ¿porqué no huyó Rivera con su
gente? Consideró talvez que su deber era morir con los misioneros. Otra alternativa
habría sido usar una táctica probada en la frontera: maniobrar detrás de la caballada
en estampida. Con 400 o más bestias talvez habría podido abrirse paso. Sea como fuere,
el hecho es que en Yuma terminó su carrera el capitán Don Fernando Rivera y Moncada. A
pesar de todos sus defectos fue un soldado valiente hasta la muerte. Tenía 70 años y
debe haber pasado 50 de ellos en la silla de montar.
En el panteón de héroes del ejército español y mexicano debería estar junto a
Rivera, el alférez Cayetano Limón. Hombre de más de mediana edad, si hemos de
considerar que su hijo, también soldado, combatía junto a él, Limón iba a desplegar un
valor y lealtad a su jefe que iba más allá de las obligaciones del deber. Según ordenes
expresas de Croix, "este oficial debe regresar con la rapidez posible", siempre
que Neve no dispusiera otra cosa. Neve no lo necesitaba pues como ya se ha visto había
dispuesto aplazar la fundación de Santa Barbara hasta después de la temporada de
lluvias. Cuando se acercaba a Yuma en su viaje de retorno, encontró un grupo de indios
que le dieron a entender lo que había sucedido. Limón pudo fácilmente haberse retirado
pero decidió seguir adelante a pesar del evidente riesgo. Si no podía prestar ayuda, por
lo menos podría informar con conocimiento de lo sucedido. Dejó a dos hombres al cuidado
de las bestias de carga con instrucciones de retirarse en caso de peligro o si él no
volvía. Al llegar al pueblo encontró cenizas y desolación, ruinas y cadáveres por
todas partes. El cuerpo del padre Moreno había sido decapitado. Poco más alcanzó a ver,
pues se vio inmediatamente atacado y tuvo que retirarse combatiendo por dos días. Tanto
él, como su hijo, estaban heridos y los dos hombres que cuidaban las acémilas habían
sido muertos.(28)
Estas fueron las nuevas que recibió Neve el 30 de Agosto de 1781. Dice Palou que al
recibir estas noticias Neve decidió postergar la fundación de la misión y presidio.
Pero, ya se ha visto, no era así. La decisión de Neve estaba tomada antes y se debía
que en el lugar escogido para el presidio no había madera. Toda la construcción sería
de adobes y éstos no podían cortarse en el invierno.
El Real presidio de Santa Barbara
Neve estaba convencido de que la fundación de las misiones y del presidio en Santa
Barbara eran de capital importancia y nada ni nadie debería impedirlo. (29)
Mientras Limón cabalgaba a matacaballo hacia San Gabriel, Croix, enterado por aquel
único sobreviviente de Vicuñer, había organizado rápidamente una expedición punitiva
contra los yumas y ordenado a Fages, ahora teniente coronel, que cabalgara con toda la
fuerza posible a unirse con Neve para dar una batida general a las fuerzas de Palma y sus
guerreros.
Mientras tanto Neve había escrito a Serra pidiéndole que le enviara los misioneros
pues pensaba fundar la misión de Buenaventura con la llegada de la primavera. Al recibir
la carta del gobernador Serra, que se encontraba con sólo un fraile en Carmel pues los
seis misioneros prometidos no habían llegado, decidió ir personalmente para participar
en la fundación. El 13 de marzo llegaba a San Gabriel después de pernoctar en el nuevo
pueblo de Los Angeles. Departió amigablemente con Neve. Estos dos hombres de tan
distintas personalidades y tan fuerte carácter podían conversar amigablemente y
compartir ideas cuando sus metas coincidían. Esa noche acordó con Serra los planes para
levantar la misión y al día siguiente salían Neve y Ortega con los padres, 70 soldados
con sus familias, arrieros, y los neófitos que iban a ayudar en la construcción.
Antes de terminar la primera jornada fueron alcanzados por un mensajero que venía a
notificar al gobernador del arribo de Fages a San Gabriel con un fuerte contingente de
tropa. Neve delegó el mando a Ortega quien ya había dado detallada instrucciones, y
regresó a encontrarse con Fages en San Gabriel.
En 1780 Ortega actuando bajo ordenes de Neve había explorado cuidadosamente la región
en compañía del sargento Robles. El lugar ideal estaba más al sur del que había
escogido Neve. Tenía agua abundante, la tierra parecía fértil y había bosques para
sacar la madera necesaria. Neve no cambió el lugar para el presidio pero en el lugar
escogido por Ortega hizo levantar la cruz y el día de Pascua de Resurrección de 1782, 31
de marzo, quedó fundada la misión de San Buenaventura. Se levantó una capilla, se le
rodeó de una empalizada y dos sacerdotes veteranos, Serra y Cambón quedaron
temporalmente a cargo mientras llegaban los nuevos misioneros. Aunque los indios habían
ayudado con gran entusiasmo en la construcción, Ortega dejó 14 soldados de custodia.
Mientras tanto, Neve en San Gabriel abría los pliegos enviados por Croix. Como
siempre, el general dejaba a juicio del coronel los procedimientos. Le sugería que
conociendo él el territorio y estando sobre el terreno, actuara como mejor le pareciera,
incluso aplazando la campaña contra los yumas hasta el otoño. Neve optó por continuar
la ocupación del canal haciendo uso de la tropas de Fages y empezar la campaña contra
los yumas en septiembre cuando las cosechas estuvieran ya maduras y el río más bajo de
manera que pudiera vadearse con facilidad. Fages por su parte, le informó de dos
campañas contra los yumas, en ninguna de las cuales había tenido mucho éxito pues los
indios se habían retirado a lugares inaccesibles pero había sido posible rescatar a la
mayoría de los cautivos.
Tomada la decisión, Neve cabalgó hasta Buenaventura, aprobó del progreso que se
había hecho y dejando un grupo de gente con la escolta para que la terminara, guió
personalmente la expedición, siguiendo la línea de la costa hasta el Arroyo de la
Laguna, sitio escogido para el cuarto presidio de California.
Neve hizo levantar, antes que nada, la muralla de adobes que serviría de resguardo al
presidio. Estableció las mejores relaciones posibles con los chumash, especialmente con
su jefe Yanolali con quien contrató el trabajo indígena y a quien informó de su
poderoso rey quien lo protegería de sus enemigos. El 12 de abril se inauguraba con las
debidas ceremonias religiosas presididas por Serra, el presidio. En menos de un mes ya se
levantaba la bodega, el cuartel y un cuarto de guardia, todo dentro de la clausura que
circundaba el patio de las armas. La construcción completa era de adobes y el propio Neve
supervisaba su construcción.
Serra sin embargo no estaba muy contento. El lugar escogido para el presidio no contaba
con su aprobación y aunque en Buenaventura se habían observado los mismos procedimientos
que en las misiones anteriores, aquí en Santa Barbara el gobernador no daba señal alguna
de iniciar la construcción de la misión, de proveer a los indios herramientas o
semillas, enfin, de no interferir con ellos en forma ninguna, dejándolos vivir como lo
hacían, de la caza y de la pesca y viviendo en sus rancherías. Este sistema.
perfectamente bien determinado en el reglamento, iba a quitar a los frailes todo su poder
económico y reducir su autoridad sólo a asuntos espirituales. Neve sin revelar su
pensamiento, le hizo ver que la cantidad de indios, su manera de vivir, la falta de
terrenos agrícolas y la situación geográfica especial eran motivos suficientes para
terminar primero el presidio. Serra no quiso esperar y decidió retornar a Carmel.
El gobernador tenía que partir a la campaña contra los yumas. Tropas de Sonora lo
esperarían en el Colorado para encerrar a los indios entre dos frentes de caballería
española. Serra enterado ya del reglamento, se negaba a enviar los misioneros necesarios
para llenar los cargos de las dos misiones que faltaban. Dejando el presidio casi
terminado, Neve salió con Fages a combatir a los yumas a fines de agosto, 1782.
Cuando se encontraba en camino, a comienzos de septiembre los alcanzó un correo. Los
oficios habían sido firmados tres meses antes y tenían ascensos para ambos coroneles.
Neve era nombrado Inspector General de las Provincias Internas, Fages gobernador de
California. Se despidieron pues estos dos soldados para seguir en rumbos opuestos. Fages
de vuelta a San Gabriel, a Santa Barbara y Monterey. Neve hacia el Colorado donde
cruzaría el río para no volver.
Felipe de Neve en las Provincias Internas
Neve llegaba con 60 lanceros a las márgenes del Colorado. En la ribera opuesta el
capitán José Romeu lo esperaba con 108 dragones de Sonora y una pieza de artillería. A
los pocos días se le juntaban casi mil indios aliados. Con esta fuerza considerable
intentó Neve atacar a los yumas. Sólo se les encontró en una escaramuza sin
importancia. Se ocupó y quemó una ranchería yuma y nada más. Neve decidió dar por
terminada la campaña. El terreno, la dispersión del enemigo y la falta de un objetivo
claro, se oponían a la campaña. Neve dio por perdida la zona y culpó a Anza y Garcés
de dar informes inciertos y hasta falsos de la verdadera situación. Las consecuencias del
ataque de los yumas fueron profundas. Se cerró definitivamente la ruta abierta por de
Anza y aunque quedaba establecido que una escolta militar formada por una veintena de
soldados podía abrirse paso por el Colorado, la ruta no volvió a abrirse. El resultado
fue que la aislación de Alta California continuó y no llegaron nuevos emigrantes en
números suficientes para establecer las ciudades que la nueva colonia necesitaba.
El resto de la carrera de Felipe de Neve no corresponde a la historia de California,
pero este hombre extraordinario, reformador, fundador, innovador y talvez salvador de
California, siguió su carrera como Inspector General y en febrero de 1783 reemplazó a
Croix como Comandante General de las Provincias Internas, cargo en la Nueva España sólo
secundario al de Virrey. Se le ascendió a brigadier y el rey le otorgó la Cruz de Carlos
III en mérito a sus servicios. El 21 de agosto de 1784 falleció en el estado de
Chihuahua. Siete días más tarde fallecía en Carmel Fray Junípero Serra.
NOTAS
1. Hoja de servicios, AGI, Guadalajara, 281. Copia en el Archivo
Beilharz.
2. Neve a Bucarelli, Loreto, Octubre 30, 1775. Archivo de
California, Papeles de Estado, Vol. 22, I, 147-149.
Beilharz, Neve, p. 17 y Neve a Bucarelli, Monterey junio 3, 1777, Archivo
General de Indias, Guadalajara, 515.
4. Carta de Neve al virrey, Febrero 26, 1777. Prov. Rec. MS i,
139-40. Bancroft y AGI 275, Archivo Beilharz.
5. Las instrucciones de Bucarelli a Croix pueden verse en el Archivo
General de la Nación, Reales Cédulas, Vol. 108, fjs. 178-188 y han sido publicadas en
Boletin del AGN, Segunda Serie, Tomo VI, número 3, pp. 445 a 476.
6. Talvez deba recalcarse aquí que los yumas fueron los únicos que
en dos ocasiones atacaron a los españoles. Estos ataques organizados vendrían a
confirmar la teoría de que la guerra está en el origen del estado pues eran sin duda,
uno de los pocos grupos indpigenas con cierta organización olítica.
7. AGI, Guadalajara 271, copia en Archivo Beilharz.
8. AGN, Marina, Vol. 37. fjs. 270-271.
9. Fages, Alta California, p. 82
10. AGI, Guadalajara, 516. Archivo Beilharz.
11. Bancroft, History of California, Vol. I, p.
316
12. Archer, El ejército en el México Borbónico,
p. 337. Esta situación era común en los ejércitos europeos en que las deserciones eran
un problema crónico. Veáse por ejemplo Principes generaux de la guerra de
Federico en que detalla los medios para impedir la deserción de la tropa.
13. Bean y Rawls, California, p. 18
14. Los indios aceptaban a un número de homosexuales que los
primeros exploradores describen como "joyas" o "coyas". Veáse por
ejemplo el diario de Constansó: "La falta de Interprete no permitió averiguar que
clase de Hombres eran ni a que Ministerio se destinaban, aunque todos recelaron defecto en
el sexo o algún abuso entre aquellos Gentiles."(p.49)
15. De estos precios el que se presta mejor a comparación es el de
la fanega de trigo. En cuanto a su equivalencia con otras monedas, en 1791 Alexander
Hamilton bajo mandato del Congreso, establecía el dólar como equivalente al peso.
16. Beilharz y DeMers, San José contiene una
excelente y bien documentado relación de los primeros días de San José, pp. 14-56.
17. Beilharz, Neve, p. 88
18. Neve a Croix, abril 3, 1779 solicita incremento de tropas para
cubrir los presidios y Archivo General de Indias, Guadalajara, legajo 271.
19. Hoja de Servicios de José Darío Argüello, 1781. Copia en
Archivo Beilharz. Neve escribió también unas Instrucciones para la Fundacion de Los
Angeles, 26 de Agosto, 1781. Hay una copiosa documentación sobre esta fundación en
Archivo General de Indias, Guadalajara, expediente número 271.
20. Beilharz, Neve, p. 109
21. Existen discrepancias entre los historiadores en la ubicación
de estas dos poblaciones. Bancroft, Chapman y Forbes las ponen al sur de Concepción.
Beilharz, basándose en Yslas que fundó ambas ciudades, afirma que estaban al norte de
Concepción y hacia el Oriente. La cita de Yslas dice "haverse hallado un sitio por
la misma Línea del Río de este primer pueblo de Conepn.(sic) por parte de Arriva al
oriente con distancia de cinco leaguas." Beilharz, Neve, p. 180.
22. Chapman, Spanish Alta California, p. 408
23. Dice Croix en su Informe de 1781 que si se
traslada el presidio de San Miguel de Orcasitas para proteger los pueblos el costo sería
de 18.998 pesos y 6 reales pero que sólo se han asignado 4.774 pesos anuales para el
mantenimiento de los colonos. Thomas, Croix, p. 221.
24. Palou, Serra, p. 234
25. Informe de Croix a Gálvez, citado por Thomas,Croix,
p. 220 . Los párrafos 523-532 sobre la provincia de Sonora se refieren con gran detalle a
estos pueblos.
26. Chapman Spanish California, p. 142
27. Fages informaba a Croix el 29 de octubre de 1781 desde Sonoita
que los muertos ascedieron 105, 63 hombres y 42 mujeres. Se rescataron 15 hombres y 59
mujeres y niños, 6 quedaban prisioneros. Archivo General de Indias, Guadalajara, 517.
28. Croix recomendaba a Gálvez que se ascendiera a Limón por su
valiente proceder. Archivo General de Indias, Guadalajara, 517. Accedida esta
recomendación, Limón fue ascendido a teniente el 10 de Noviembre de 1782. Limón cayó
en su ley, víctima de una emboscada de los apaches en agosto de 1795. Archivo General de
Indias, Guadalajara, 293.
29. Igual convencimientoo tenían Croix y Gálvez. Veáse su
comunicación, febrero 23, 1780 , Archivo General de Indias, Guadalajara, Legajo 271,
números 103-113.
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